
Mientras caminan y el paisaje se hace cada vez más raro, nos enteramos que después de caer el meteoro la zona donde se estrelló sufrió una particular alteración: quien llega a su centro adquiere el poder de convertir de inmediato sus deseos en realidad. Eso hace que haya gente que quiera llegar ahí, por eso entrar en ese territorio está prohibido por el gobierno. Al final llegan ante la puerta de una habitación que si la pasan adquieren ese poder. Pero no se animan. El científico quiere volar el lugar con una bomba que encuentra ahí. Pero el stalker y el escritor se lo impiden. ¿Por qué? ¿Por qué es tan peligroso el lugar?
La respuesta que encontré es sencilla (no es esto un copy and paste de una crítica): si a uno se le convirtieran en realidad automáticamente todos los deseos haríamos un desastre a cada minuto, incluso pondríamos en peligro al mundo. Imaginen: primero diríamos: deseo ser rico, deseo ser poderoso. Pero en algún momento nos cansaríamos o nos enojaríamos, bastaría desear la muerte un segundo para morir, bastaría en medio de un enojo desear la destrucción de una ciudad o de cualquier cosa para que quedara automáticamente destruida. Bien, resolví el misterio.
¿Pero cómo termina la película? Los tres vuelven y se van a un bar a tomar vodka al mejor estilo ruso. ¿Y quién aparece? La mujer del stalker con la novedad de que ella también quiere ir a la zona pero para entrar. El stalker la trata de convencer de que no vaya y menos con la hija pequeña que tienen. Al parecer no puede. De repente solo aparece la niña, y es la escena final, genial, genial: la niña está ante una mesa haciendo telequinesis con unos vasos que hay arriba: los mira y los mueve sin tocarlos. Conclusión: la esposa llegó a la zona y entró a la habitación con la niña que ahora tiene el poder y que seguramente en una pataleta destruirá el mundo. ¿Y la esposa? No tengo ni idea de lo que pasó con ella. Fin. Un genio, Tarkovsky.
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