Stanislaw Lem falleció en 2006. Su libro “Solaris” es un
clásico absoluto del siglo XX, a la altura de, por ejemplo, El extranjero de
Camus, o El cazador oculto de Salinger.
La fiebre del heno es una obra maestra de la novela policial
bizarra. Una serie de muertes de astronautas en Italia termina por apuntar a un
culpable curioso: el exceso de planos de complejidad de la vida masiva.
En su ciencia ficción hay dos sabores, sólo aparentemente
diversos: el de los libros “serios”, como Fiasco, Edén, Memorias encontradas en
una bañera (densamente kafkiana), o El invencible. Luego están una novela
satírica como El congreso de futurología y las decenas de cuentos, entre
filosóficos y surreales, reunidos en tomos sucesivos de “historias del piloto
Pyrx” o “retornos” o “diarios” de las estrellas.
Su “primera novela de ciencia ficción”, es Astronautas, de
1951. El libro tiene una importancia esencial, porque su éxito inesperado fue
el que lo decidió a cultivar con altura un género que lo llevó incluso a formar
parte de la Asociación de Escritores Norteamericanos de Ciencia Ficción, aunque
fue expulsado cuando se le ocurrió criticar el bajo nivel del género en Estados
Unidos.
La chispa fue un paseo y una conversación con un “señor
gordo” del que no sabía que era jefe de una editorial. Comentaron la falta de
novelas polacas del género. Allí el compañero de charla le encargó que
escribiera una. “Al cabo de unas semanas”, comenta en un texto autobiográfico,
“me llega el contrato, sólo falta poner el título. Puse Astronautas, aunque no
sabía aún de qué iba a ser el libro”. El resultado fue insólito. La novela no
sólo funcionó muy bien en Polonia, sino también (y acaso sobre todo) en
Alemania.
No hay comentarios:
Publicar un comentario