domingo, 14 de mayo de 2017

La importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde

El joven caballero Jack Worthing, a fin de pasar el mayor tiempo posible divirtiéndose en Londres, se ha inventado a un hermano menor por el que velar, cuyo nombre dice que es Ernest Worthing, aunque es él quien adopta ese nombre en la ciudad en su vida de juergas. Su trabajo consiste en asistir y proteger a una hermosa joven: la bellísima Cecily; de lo cual esta encantado, pero siente que algo falta en su vida. Por ello; viaja por el mundo aduciendo que el que lleva una vida desenfrenada y alocada es su hermano gemelo. Para Jack el nombre de Ernesto significa poder vivir a su aire, en la ciudad, lejos del campo, donde está Ernesto, su irreverente hermano, al cual ha de vigilar continuamente. Ernesto es un hombre disoluto con gran preferencia por la vida extravagante, extremo que comparte con su íntimo amigo Algernon Moncrieff. Sin embargo, el objetivo de la última excursión de Ernest Worthing es proponer en matrimonio a la prima de Algernon Moncrieff, Gwendolen. Ignorante de la auténtica identidad de Jack, Gwendolen acepta de buen grado la oferta. Gwendolen le dice a Jack que acepta casarse con él porque se llama Ernesto (que suena en inglés igual que earnest, “serio” o “formal” en inglés), un nombre que a ella la subyuga y que no se casaría con él si se llamara de otra manera, por lo que él se plantea en secreto bautizarse de nuevo. No obstante, la madre de Gwendolen, la temida Lady Bracknell, tiene otros planes para su hija. Cuando pregunta a Jack por sus referencias sociales, descubre la verdad: Que fue hallado, cuando era un bebé, en un bolso abandonado en la Estación Victoria, por lo que le niega su consentimiento. Mientras tanto, Algernon Moncrieff, aprovechándose de la preocupante situación de su amigo, decide visitar a su adorada Cecily. Cuando se presenta a sí mismo como Ernesto, haciéndose pasar por el disoluto hermano de Jack, descubre encantado que Cecily lleva tiempo abrigando sus propias fantasías acerca de casarse con el hermano errante. Se produce el flechazo y al instante deciden casarse. Algernon Moncrieff también excusa sus frecuentes desapariciones con la existencia de un imaginario amigo con muy mala salud y al que siempre debe cuidar. Cecily afirma que el nombre de Ernest la subyuga y que sólo sería capaz de casarse con un Ernest, lo cual hace que Algernon concierte con el párraco cita para rebautizarse, media hora después de la que ha fijado Jack para hacer lo mismo. Gwendolen llega a la casa y tiene un conversación con Cecily en la que acaban disputando por creer que ambas están prometidas al mismo hombre: el inexistente Ernest Worthing. La llegada de los dos hombres (Jack Worthing y Algernon Moncrieff) aclara que no es así y también pone en evidencia las mentiras que cada uno ha soltado a su prometida. En el tercer acto todo llega a un final feliz. Gracias a la información suministrada por la institutriz de Cecily, lady Bracknell llega a la conclusión de que Jack-Ernest es en realidad hijo de su fallecida hermana, madre igualmente de Algernon, y que el nombre del muchacho es el mismo que el de su fallecido padre, Ernest Jack, con lo que Jack-Ernest afronta la terrible evidencia de que durante todo el tiempo ha estado diciendo la verdad aún creyendo que no lo hacía. Aunque subyugado por la trivialidad, Oscar Wilde no deja de trazar una aguda caricatura de los comportamientos de la gente bien de la Inglaterra de su época. Cada personaje es un divertido cínico y sigue conscientemente las normas que sabe vigentes y no las que señala el manual de buenas maneras. Las muchachas están dispuestas a tragarse las excusas que les plantean sus respectivos novios después de haberlas engañado porque saben que son buenos partidos y están deseando hacerlo, y por tanto, prefieren agarrarse a lo bien dicho que están sus increibles justificaciones y olvidar el contenido: “En los asuntos de importancia, el estilo y no la sinceridad, es lo esencial”. Ellos, naturalmente, saben que el juego está en ocultar lo desagradable por muy verdadero que sea y ensalzar lo agradable por muy inexistente que también sea: “La verdad no es la clase de cosas que uno le dice a una chica guapa y refinada”. La matrona lady Bracknell, como experta y responsable de que las normas sigan en funcionamiento, imparte sus lecciones con el mismo cinismo. Para defender a su sobrino como buen partido, dice: “No es nada, pero lo aparenta todo. ¿Qué más se puede pedir?” A la hora de valorar las virtudes de Jack como pretendiente de su sobrina, la señora alaba la ignorancia que el muchacho alega: “La ignorancia es como un delicado fruto tropical. Tocadla y la flor se marchita”. Jack y Algernon son naturalmente flores de diversión. No entienden el mundo de otro forma. Las mujeres, desde luego, están para eso. “La única manera posible de comportarse ante una mujer es cortejarla si es guapa y cortejar a otra si no lo es”. Cuando el mayordomo de Jack habla con ligereza del matrimonio, el joven caballero se preocupa, porque “si las clases inferiores no nos dan buen ejemplo, no sé para qué están”. La comedia fluye con un gran dinamismo. Cada situación tiene su elemento de hilaridad y casi cada frase es un chiste.

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