domingo, 18 de marzo de 2018

August Strindberg

August Strindberg: Solo
Autor profusamente controvertido y excéntrico, Strindberg se nutre de aspectos biográficos y personales que influyen y marcan la temática de su obra. Artista polifacético, también se desenvolvió en el arte de la pintura, al que se dedicaba especialmente durante sus crisis personales y a partir del cuál estableció una amistad con Edvard Munch. Su inestabilidad emocional y las manías persecutorias que padecía, junto con una mentalidad crítica respecto a la sociedad que compartió en su relación epistolar con Nietzsche, se reflejan en su producción artística.
El autor de “Solo” se centra en una buscada huida de la sociedad para recluirse en su propio mundo y convierte esta soledad en el elemento nuclear de su vida.
Parte de una cena que tiene con sus amigos, después de largo tiempo sin verse. Este reencuentro provoca que el autor tome consciencia del paso de los años y de cómo éste afecta a la forma de comportarse de sus amigos; el paso a la madurez, alcanzada cierta edad, convierte a la gente en prudente y modifica la espontaneidad en la exposición de sus opiniones.
Este aspecto, junto con la ausencia de un sitio donde puedan hablar tranquilamente sin temor a ser interrumpidos por sus parejas o alguien ajeno, y la propia decadencia de las conversaciones - pues cada vez se evita más la exposición de los pensamientos íntimos-, causan que nuestro personaje principal decida distanciarse, no únicamente de ellos sino también del resto del mundo, para pasar a vivir de forma aislada sin contacto con nadie más, a excepción de los pequeños encuentros fortuitos inevitables del día a día.
La causa de querer tal aislamiento es doble: por una parte, ha perdido el interés en nadie más que en él mismo y, por otra parte, no quiere estar sometido a la opinión de los demás sobre su persona.
Así, la soledad confiere un espacio al protagonista donde toma consciencia de la importancia de la individualidad, al no tener que estar sometido a opiniones ajenas y tener que mostrarse de una manera distinta a la que le es propia. De igual manera, evita tener que tratar con gente que no le importa y por quién incluso no siente ninguna estima. La soledad se convierte en su particular compañía, y sus pensamientos ocupan su día a día, volviendo al personaje huraño y, hasta cierto punto, paranoico.
De esta manera, recluido el protagonista en su propio hogar, el paisaje ofrecido por las ventanas de su domicilio es utilizado como vehículo de reflexión, sirviendo como canal de observación de aquello que le rodea. Desde su atalaya particular observa el paso del tiempo en sintonía con las estaciones y analiza a partir de ellas los cambios en la vida, contemplando y vislumbrando las variaciones del mundo y su efecto sobre la gente.
De esta manera, sus puntuales salidas son el único contacto con una sociedad que se le antoja lejana, a causa de un absoluto desinterés por ella, pues no hay en él ningún ánimo de establecer amistad con nadie, aunque la soledad de la que disfruta aislado en su domicilio es solo relativa, pues necesita el contacto de otras personas. Así, su conexión con la realidad, más allá de los propios límites que su domicilio confiere, es de tipo unidireccional: sabiéndonse envuelto de otras personas (vecinos, transeúntes, etc.) disfruta de la soledad aunque ésta no es completa; en una dualidad manifiesta, coexiste su deseo de soledad con la necesidad vital de tener la seguridad emocional de no estar completamente aislado.
Esta dualidad se expone en las frecuentes alusiones a los vecinos de escalera y los encuentros con aquellos con los que se cruza en la calle, pues le brindan la posibilidad de mantenerse atado a esa realidad que le sujeta a la cordura y que, en ciertas ocasiones, tiende a peligrar a causa de sus delirios.
August Strindberg: Alegato de un loco
Se trata de un alegato, en propia defensa, de alguien a quién pretenden que sea tomado por loco. Para situarnos ya de entrada, el autor se nos presenta en el prólogo, en medio de una enfermedad que le tiene postrado en la cama, en un momento donde su matrimonio está en horas muy bajas (por decirlo suavemente) y sus sentimientos se mezclan entre el odio y el enamoramiento hacia su mujer. Pero, en las circunstancias en las que se halla, sus pensamientos negativos prevalecen, le dominan, le asaltan, le atacan, pues la vida que ha tenido con su mujer hasta llegar a este punto no ha sido para nada satisfactoria. Y encima le acusa, ¡a él!, de no haberla tratado bien. ¿Cómo osa su mujer, y cómo se atreve su entorno de darle la razón? ¡Si es evidente que él es la víctima, el que lo ha sacrificado todo! O así pretende hacérnoslo creer.
Narrado en primera persona, y de modo autobiográfico, Strindberg escribe un libro en defensa propia o en defensa de su comportamiento, para justificar sus sentimientos y, más que describir su estado actual, nos cuenta cómo ha llegado hasta él. Así, el autor narra, en clave retrospectiva, la vida de una persona atormentada, incapaz de mantener una felicidad de forma sostenida a causa de una relación sentimental que va del deseo al hartazgo, del amor al odio, de los celos a la libertad (y libertinaje, en según qué momentos). El protagonista convierte a la dama soñada en alguien odioso, pues considera que le utiliza para lograr sus fines, que desea de él poco más que su dinero, y los sentimientos hacia ella a lo largo de la novela se mezclan volviéndose incluso contradictorios; amándola cuando está ausente, despreciándola cuando está presente.
Con innegables tintes misóginos, criticando en ocasiones a su mujer afirmando de ella que «montó en cólera, negándose a reconocer ni tan siquiera que existiera una diferencia entre los sexos» o criticando «esa manía que tienen las mujeres de hoy en día de ganarse las habichuelas ellas mismas» o también afirmando que «superior en inteligencia a la mujer, el hombre solo es feliz cuando se une a una mujer que lo iguala», el autor no rehúye la polémica ni reniega de sus ideas. Esta concepción que tiene de la mujer es algo habitual en su obra y puede estar en parte originada por el modelo de relación que tuvieron sus padres, al casarse su padre con su criada, marcando así la infancia del autor en cuanto a identificación de roles.
Asimismo, es importante situar esta novela en su contexto histórico pues a finales del siglo XIX hubo un importante avance en el movimiento feminista, especialmente en el norte de Europa. El autor fue crítico con ese movimiento y no duda en atacarlo, pues cree que la mujer debe estar dispuesta y predispuesta al hombre. Strindberg claramente no encajó bien el movimiento feminista, y su pensamiento misógino es muy evidente en este libro, pues habla de la mujer en términos altamente despectivos y se pronuncia en contra del movimiento, como se puede ver cuando habla de sus consecuencias:
Ideologías aparte, la calidad de la obra es innegable, especialmente en la primera mitad del libro donde se nos presentan los personajes y el triángulo amoroso.
En esta parte, la obra deslumbra, pues se establece una relación a tres bandas entre el amor, el honor y la prudencia, y se atisban trazos de la obra teatral de Strindberg donde uno fácilmente puede vislumbrar escenas propias de las grandes tragedias amorosas con amores prohibidos y declaraciones veladas, con sentimientos a flor de piel que no trascienden por la barrera que el código del honor impone, tozudamente. Esta primera mitad del libro es altamente interesante y perfectamente equilibrada en ritmo, interés y profundidad, pues en ella vemos los sentimientos en su máxima expresión: el deseo, los celos y el escenario mental donde se establecerá la acción.
Lamentablemente, a medida que el libro avanza, la locura del autor (real o no) se va imponiendo en el relato y aumenta su carga de denuncia, de oscuridad, de tristeza, de aborrecimiento, de odio, de visceralidad, de hartazgo, de lamento y de incomprensión. Y en parte el autor contagia al lector de ese tedio, ese hartazgo, esa incomprensión, y en ocasiones la lectura del libro es algo monótona y no apta para ciertas sensibilidades, pues ofende a menudo.


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