Alexander Trocchi nació en Glasgow, en 1925. Falleció en 1984. De orígenes italianos e hijo de un músico, nació en Glasgow en una familia donde la bohemia servía para esconder la miseria. Su juventud escocesa, en los duros años cuarenta y cincuenta del siglo XX, está bien descrita en su novela El joven Adán y en la que se basó el realizador Adam Mackenzie para hacer la película Young Adam (2003).
Después de estudiar literatura en la universidad de Glasgow y tras abandonar mujer y dos hijos se traslada a París donde entra en contacto con los círculos literarios alrededor de la Sorbona, el existencialismo, la política de vanguardia y los opiáceos.
Funda una de las revistas literarias más importantes de Posguerra, Merlín, en 1952. Consiguió reunir las firmas de autores como Sartre, Pablo Neruda, Samuel Beckett, Henry Miller o Jean Genet.
Funda una de las revistas literarias más importantes de Posguerra, Merlín, en 1952. Consiguió reunir las firmas de autores como Sartre, Pablo Neruda, Samuel Beckett, Henry Miller o Jean Genet.
Trocchi, a mediados de los cincuenta ya cuenta a sus espaldas con varios trabajos publicados. En general su obra rehuye el artificio literario, los lugares comunes y la invención como escapismo. El autor escocés publica incluso novelas pornográficas bajo pseudónimos tan dispares como Frances Lengel o Carmencita de las Lunas. En el 57 saca uno de sus dos títulos más definitorios, Young Adam (El joven Adán), una historia sobre un joven inteligente pero asqueado y rechazado por la sociedad del momento, que seduce a mujeres, eligiendo el margen y el exceso como campo de juego.
A finales de los 50 se traslada a San Francisco, al entorno del City Lights, librería donde se junta con Kerouac, Ginsberg y Corso. Pero sobre todo con Burroughs, debido a la especial relación de ambos escritores con las drogas.
Alexander Trocchi vuela al Lower East Side, en Nueva York, barrio en el que escribe en 1960 su segunda novela imprescindible, El libro de Caín.
Esta etapa es una de las más complicadas y oscuras para Trocchi, que acaba perdiendo el rumbo personal. Su segunda mujer se acaba prostituyendo y él comienza a traficar para mantener su adicción. Es detenido por las autoridades, lo que desencadena una campaña internacional para su liberación, con la Internacional Situacionista haciendo campaña desde Europa y Miller, Mailer y demás norteamericanos pidiendo su liberación.
Las presiones dan sus frutos y le es concedida la libertad condicional. Trocchi, como buen aventurero, emprende la huida a través de la frontera con Canadá con un pasaporte falso. Es acogido por Leonard Cohen. El cantautor, quien guardó siempre un buen recuerdo del escritor prófugo, cuenta que lo primero que hizo Trocchi al llegar a su apartamento fue pedirle un chute de heroína. Abandona América para siempre.
A principios de los sesenta comienza la andadura en Londres. Primero como miembro de la sección inglesa de la I.S. la cual publica su ensayo La insurrección silenciosa de un millón de mentes.
Trocchi edita libros como Escritores en rebeldía en 1963 que recoge textos de escritores como Artaud, Baudelaire, o su camarada Burroughs. Se enemista con la plana mayor de los escritores escoceses por considerarlos unos nacionalistas cortos de miras.
Funda el Proyecto Sigma, básicamente una nueva plataforma para llevar adelante sus ideas revolucionarias expresadas en La insurrección silenciosa. El Proyecto Sigma atrae a gente de diferentes campos y generaciones, desde Picasso hasta Timothy Leary, el psiquiatra del LSD.
En los años 50 dirigió en París una célebre revista internacional, “Merlin” en la que colaboraron desde Samuel Beckett o Henry Miller hasta Pablo Neruda. En esa época Trocchi publicó la antología “Writers in revolt” (Escritores en rebeldía) que ya indicaba su camino.
Amigo de Maurice Girodias, el editor que publicaba en París, en raras ediciones, casi todo lo prohibido – Burroughs, por ejemplo- en esa Olympia Press, Trocchi editó novelas pornográficas, con los pseudónimos de Carmencita de las Lunas o Frances Lengel.
Entró en contacto con Guy Debord, uno de los padres de la “Internacional Situacionista”. Sus postulados: crear un saber sin fronteras y más libre contra la sociedad de consumo y muy cerca de lo que, con los beat, en EEUU, empezaría a ser la contracultura.
Consigue llevar a los Beats a Londres, en un festival literario que reune a siete mil personas. Trocchi intenta crear a través de Sigma una realidad alternativa que desbanque a la realidad oficial, a las formas de comportamiento aceptadas, que haga trizas la conformidad.
Alexander Trocchi (1925-1984) tiene la distinción de ser el miembro de la Internacional Situacionista más inteligente en ser expulsado; Debord no se andaba con tonterías y muchos menos soportaba a los “cretinos místicos” con los que andaba el escocés con apellido italiano: Allen Ginsberg, Colin Wilson, R.D. Laing, Tim Leary conformaban el entorno natural de un escritor más conocido, entonces y ahora, por la droga que consumía (la heroína) que por los libros legados.
En 1962 Trocchi publica “La insurrección invisible de un millón de mentes”, su texto más conocido con distancia, donde promueve la abolición del arte, como toca en una publicación de la IS.
"El libro de Caín" es el diario de Joe Necchi, un drogadicto que, como el mismo Trocchi, ha abandonado Glasgow, su ciudad natal, y luego París, para recalar en Nueva York, donde vive en una barcaza en el río Hudson. El mundo de Joe es el de los marginales, un mundo de dosis furtivas inyectadas en los sórdidos picaderos de Harlem y persecuciones policiales en desiertas estaciones de metro. Pero esta espléndida novela autobiográfica es mucho más que una cruel crónica de la escena de la droga observada desde dentro.
Porque Joe, para quien la heroína es un instrumento libremente elegido, es un personaje camusiano, un merodeador, un extranjero, un Caín que no reconoce más leyes que las que él mismo dicta, aunque le conduzcan a la terrible soledad de la libertad y la rebeldía ejercitadas sin respiro. Cuando esta provocativa y escandalosa obra maestra fue publicada por primera vez en 1960 en los Estados Unidos, Norman Mailer escribió que había en el libro verdad, arte y un valor a toda prueba, y que no le sorprendería que veinte años después aún se hablara de él.
En Gran Bretaña fue prohibido y los ejemplares que había en las librerías confiscados y quemados en un auténtico auto de fe. Hoy, casi cuarenta años después, y sin haber sido nunca olvidado, porque "El libro de Caín" ha circulado siempre secreta, subterráneamente como un libro de culto, vuelve a deslumbrar a las nuevas generaciones, y escritores tan innovadores como Irvine Welsh o Alan Warner reconocen su deuda fundamental con Trocchi.
Trocchi fue un universitario, muy culto, que asumió con algún anticipo la idea –hoy no tan rara- de que el mundo necesita cambios radicales en la manera de vivir y saber. Rebelde asumido, comprendió que hacer cultura, despertar inteligencias, era estar contra el Poder.
Viviendo ya en California, Trocchi se hizo adepto a la heroína sin dejar sus convicciones rebeldes (quizá como una parte menos lúcida de ellas) y a principios de los años 60 publica “La insurrección invisible de un millón de mentes.
Muchos vinculan a Trocchi con Burroughs por un lado y con Debord, por otro. Con todo, para muchos lo mejor del ardiente y a veces desmadejado Trocchi, que sufrió también abundantes problemas familiares cuando regresó a Escocia, está en novelas como “Safo de Lesbos” (1960) o “El Libro de Caín” del mismo año.
La antología plural “La insurrección invisible de un millón de mentes” vale por ese texto fundacional y por otros que, con bastante antelación, tocan problemas posteriores como “El yonqui: ¿amenaza o cabeza de turco?” o “Sigma: un anteproyecto táctico”.
Trocchi falleció en el 84, a causa de su prolongada adicción a la heroína, después de haberse sobrepuesto a la muerte de su mujer y de uno de sus hijos. Hablamos de un hombre que quería cambiar el mundo pero que no estaba ni con la izquierda ni con la derecha de su momento. Aspiraba a la novedad y le sobraban ideas. Pero en 1978 dejó de escribir y esperó el fin, vencido pero no resignado. Igual que Guy Debord (1931-1994) que terminó suicidándose, pese al éxito.
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