domingo, 14 de mayo de 2017

La Naranja Mecánica de Anthony Burgess

Unos jóvenes delincuentes, Alex, Dim, Georgie, y Pete viven en una futurista ciudad inglesa y se hallan sumergidos en una espiral de peleas, palizas, violaciones, y, tal y como lo llaman ellos, “ultraviolencia". Alex, un malchico amante de Beethoven, es jefe de esa banda de varones adolescentes rebeldes que aprovechan las noches para robar supermercados, patear mendigos, pelear con otras bandas juveniles, invadir viviendas y otros pasatiempos ultra-violentos. Una de sus primeras víctimas es el escritor Mr. Alexander, a quien apalean sin compasión, quedando como consecuencia postrado en una silla de ruedas, y a cuya atractiva mujer violan brutalmente hasta matarla. Más adelante surge una rivalidad entre Alex y dos de sus hermanos del clan por lo que el viejo Lerdo y Georgie conspiran para traicionar al jefe. Después de una violenta reyerta de Alex contra los miembros de su misma banda, ellos le responden con una traición durante el ataque a otra casa, dejándolo sin sentido y avisando a la policía. Alex termina a manos de la policía por ser el responsable de la muerte una señora solitaria en su propia residencia. Encarcelado en la correccional para adolescentes oye hablar de un nuevo método promovido para reformar a los reclusos antisociales. Por medio del sacerdote de la prisión Alex se entera que el método consiste en incapacitar a los convictos que, voluntariamente, se someten a un condicionamiento mental que los inhabilita para realizar ningún acto en perjuicio de la sociedad. A cambio de esto, el Estado les da derecho a reintegrarse a la sociedad. El religioso le advierte que dicho sistema les roba a las personas la facultad de libre albedrío, inherente al ser humano. Impaciente por obtener su libertad, el joven decide someterse al experimento referido donde recibe un intenso tratamiento psicológico ejecutado por científicos que le obligan a ver, durante horas ininterrumpidas, escenas violentas acompañadas por música clásica de fondo. Dicha “terapia” termina produciendo un trauma cerebral de aversión y nauseas, que se activa en la conciencia de Alex desde el momento que recibe algún estímulo externo que lo induzca a hacer lo malo. Una vez lo ponen a prueba para comprobar sus reacciones frente a un hombre que lo insulta y una mujer voluptuosa que lo seduce, Alex siente el deseo y la tentación por romperle la cara al hombre y por barrer a la mujer por tierra, pero las nauseas y el vértigo lo derrumban al suelo. Las autoridades aprueban su liberación y un nuevo Alex, que no ha cambiado por dentro, está obligado a ser una buena persona por temor a sufrir las consecuencias. Ya liberado, es repudiado por sus padres y mientras deambula por las calles dos crueles policías le golpean y le tiran al pavimento. Alex no puede hacer nada en su defensa pero descubre que uno de los polis es un antiguo amigo suyo: El viejo Lerdo. En el mundo exterior sufre venganza tras venganza a causa de su vida anterior, pero ahora se somete, es tal la adversión que tiene contra la violencia. Un día vuelve por casualidad a la mansión de Mr. Alexander, y recibe otro castigo y medio loco, intenta suicidarse. Triste y hambriento se deja caer a la puerta de un camino apartado de la ciudad donde es recogido por el escritor a quien había golpeado dos años antes. El hombre es miembro de un partido revolucionario opositor y pretende manipular la figura de Alex para perjudicar al gobierno. Alex descubre sus intensiones pero le encierran en una habitación con la novena sinfonía de Bethoven a todo volumen. Alex no soporta las nauseas y el dolor de cabeza y se lanza por la ventana del segundo piso de la habitación. Despierta, finalmente, en un hospital de la ciudad donde se da a conocer su caso públicamente por la prensa y el gobierno decide revertir la condición del joven para que vuelva a ser una persona normal. Despedimos en el hospital a un Alex que vuelve a sus orígenes violentos y desde donde (se supone) nos cuenta su historia.

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