lunes, 15 de mayo de 2017

El fin del «Homo sovieticus» de Svetlana Aleksiévich


Con la sola ayuda de una grabadora y una pluma, Svetlana Aleksiévich se empeña en mantener viva la memoria de la tragedia que fue la URSS, en narrar las microhistorias de una gran utopía. Svetlana se ha especializado en grandes reportajes y libros de ensayo dedicados a la investigación. En sus libros mezcla el ensayo, el periodismo y la narrativa coral.

En El fin del «Homo sovieticus» nos muestra a través de entrevistas a las gentes que habían vivido en la URSS, constituyendo el denominado “Homo sovieticus”, antes de que desapareciera. La autora parte de la convicción de que una sola vida es en sí misma apasionante y que cada persona esgrime una infinidad de verdades.

Armada con su grabadora y mucha paciencia para saber escuchar y generar confianza en sus entrevistados/as, Aleksiévich nos muestra la condición humana con todas “sus” verdades, con sus luces y sombras, sus temores y sus ilusiones, sus creencias y sus decepciones. Combina numerosas entrevistas, como si fuera un collage, a través de las cuales da una visión del ser humano en determinadas circunstancias, en este caso la desaparición de la URSS.

El libro está formado (casi) íntegramente por entrevistas, en las que solo se escucha la voz del entrevistado, con muy escuetas acotaciones de la entrevistadora para indicar el contexto en el que se produce la conversación, así como las reacciones de los protagonistas (en particular, cuando empiezan o dejan de llorar). Uno de los méritos del libro, sin duda, es la representación respetuosa del discurso oral, con sus interrupciones, sus anacolutos, sus repeticiones y correcciones... Así, la autora cede casi completamente la voz a los personajes a los que quiere dar el protagonismo para que cuenten sus historias, creando con eso un texto efectivamente polifónico, aunque estilísticamente muy coherente.

El fin del “Homo sovieticus” fue escrito en 2013 y se estructura en dos partes, la primera parte, “El consuelo del apocalipsis. Diez historias en un interior rojo”, transcurre entre 1991-2001, el momento de la desaparición de la URSS tras la era Gorbachov, el fracasado golpe de Estado de agosto de 1991 y el postcomunismo de los diez primeros años. La segunda parte, “El encanto del vacío. Diez historias en medio de ninguna parte”, avanza a lo largo de los diez años siguientes, 2002-2012. En total 21 intensos años de desmantelamiento del mundo soviético en los que, las diversas repúblicas que habían constituido la URSS, abandonaron el comunismo y una cierta manera de ser y de comportarse que constituyó el “homo sovieticus”.

En la primera parte destaca la resistencia de muchas personas a abandonar la idiosincrasia del homo sovieticus, especialmente por dejar de ser ciudadanos/as de una gran potencia y por la crítica a la propiedad privada, las desigualdades sociales y el consumismo. Muchas de sus reflexiones nos plantean la evidencia que, para muchas personas, la libertad es prescindible (los que seguían anclados con nostalgia en el comunismo), para otras se identifica con el consumismo y las posibilidades de acceso a una vida mejor aún a costa de la desigualdad. Un tercer sector, ilusionado con la libertad en un sentido más amplio, muestra su decepción ante las muchas ilusiones que nacieron en 1991. La autora narra sin ninguna piedad, sin modular nada, la dureza que significa que las víctimas del estalinismo fueran fervientes estalinistas y patriotas.

La segunda parte no es menos dura que la primera, habla de cómo las mafias y la violencia se apoderaron de Rusia, los años de Yeltsin y de los sucesos de octubre de 1993. Los atentados terroristas en Moscú (hubo en los años 2000, 2001, 2002, 2003, 2004, 2006, 2010 y 2011) son otro aspecto recogido a través de testimonios.

Aleksiévich plantea múltiples temas que dibujan esa alma rusa que tanta relevancia tiene en la literatura rusa: el amor, la amistad, la rebelión, la sumisión, el alcohol, el sexo, la libertad, el racismo, el antisemitismo, el maltrato a los inmigrantes procedentes de Tayikistan, y tantos otros que van tejiendo un tapiz con las múltiples caras de lo ocurrido entre 1991 y 2012.

El fin del «Homo sovieticus» es un libro excepcional que impresiona por su autenticidad, que entristece por la manipulación que sufrió la población que creyó luchar por la democracia, que enfurece por el empobrecimiento y los abusos que sufren la mayoría de la población, mientras una minoría se ha enriquecido y monopoliza el poder haciendo resurgir un patriotismo, nunca muerto, que justifica el militarismo intervencionista de Putin en la actualidad.

Svetlana Aleksiévich no juzga, no evalúa. A la pregunta: ¿Cómo es ser cronista y testigo a la vez?, contesta:

–Es simple. ¿Qué hace el cronista? Anota lo que el testigo cuenta y lo que ha vivido. Lo difícil es transformar todo eso en literatura sin alterar la credibilidad. Cómo, entre centenares de testimonios, elegir los que de manera más clara e inequívoca representan el período que quiero contar. Para cada obra recojo entre 500 y 700 voces y, por lo tanto, escribir un libro me lleva entre siete y diez años. Tengo siempre un oído muy atento a lo que sucede en la calle. Flaubert decía de sí mismo que era un ‘hombre-lapicera’. Yo me siento una ‘mujer-oreja’. Cuando voy por la calle y escucho frases, exclamaciones, pienso en cuántas novelas desaparecen sin dejar señales. Una parte de la vida humana, la hablada, escapa a la literatura. Cuando entrevisto a una persona, enseguida advierto si será importante en mi relato o no. Si lo es, vuelvo a verla cuatro, cinco veces, y le dedico cincuenta páginas, cien. Lo que está en mis libros es lo que ha dicho el entrevistado y lo que yo he visto y he percibido.

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