domingo, 14 de mayo de 2017
Yonqui de William Burroughs
“Yonqui” sigue siendo uno de los mejores retratos que se han escrito del adicto. Su lectura, que aún estremece, resulta bastante fácil y requiere una mínima atención. La historia ha demostrado que es autobiográfica. "Yonqui" es una mirada dentro del universo de las drogas, un pequeño atisbo dentro de ese submundo en los EEUU durante los años cincuenta. Es un impresionante testimonio sobre su experiencia con la heroína y no ahorra detalles, siempre narrados con un estilo frío, cortante y distanciado muy característico de él -y de la novela negra, donde declaró haberse inspirado-. De la mano de un personaje anónimo Burroughs nos muestra las vidas desesperanzadas y sin objetivos de un puñado de adictos, personas que hubieran podido llevar una vida "normal" pero que escogieron un camino más tortuoso. Burroughs se limita a contar de modo desganado la historia de esos personajes bastante anodinos. Y es que la droga, en palabras de Burroughs "no proporciona alegría ni bienestar, es una manera de vivir". Burroughs empieza su adicción durante la 2ª Guerra Mundial a base de morfina y opiáceos de farmacia y progresivamente comienza a recurrir a heroína adulterada del mercado callejero, con un precio considerablemente mayor. La novela retrata la cotidianidad del adicto y la lucha constante contra las resistencias de los médicos y farmacéuticos a dispensar narcóticos (algo impensable tan sólo veinte años antes, cuando estos mismos profesionales eran el principal grupo social de adictos y/o difusores de la adicción yatrogénica). “Yonqui” se publicó en 1953, gracias a los buenos oficios de Allen Ginsberg, que se paseó con el manuscrito bajo el brazo por diversas editoriales hasta dar con Carl Solomon, un editor más valiente -y más desesperado- que otros, y que años después confesó que era tal el terror que le daba trabajar con semejante material que estuvo a punto de sufrir un colapso. Y así fue como apareció uno de los libros míticos de la literatura norteamericana, pero también uno de los más prohibidos y subterráneos, en una editorial marginal, bajo el pseudónimo de William Lee. La conmoción que provocó su dura temática llegó incluso a superar sus expectativas. Burroughs era entonces un perfecto desconocido y la verdad es que con "Yonqui" escogió la manera más rápida de llamar la atención, ganándose casi al instante fama de escritor "maldito". Nacido en Saint-Louis el 5 de febrero de 1914, en el seno de una familia acaudalada, se educó en los mismos centros que la elite blanca, anglosajona y protestante que dirige Estados Unidos. A tenor de aquellos años, nadie hubiera dicho que estaba llamado a presidir el panorama contracultural de la segunda mitad del siglo XX. Graduado en Literatura Inglesa en Harvard (1936), marcha a Viena a estudiar Medicina, para volver con posterioridad a Harvard, esta vez para seguir un curso de Antropología. Desde muy joven se había ido formando gracias a su condición de rata de biblioteca y su esmerada educación burguesa (su abuelo fue el fundador de una famosa marca de calculadoras, posteriormente absorbida por IBM). Se casa con una judía alemana para librarla de los nazis y emprende un viaje por toda Europa. Trabaja de redactor de un periódico en St. Louis y a partir de 1938 se traslada a Chicago, donde ejercerá de exterminador de cucarachas. Durante su estancia en Chicago desde 1938 hasta 1943 se introduce en el mundo del hampa y la delincuencia, condicionado por su incipiente adicción a la morfina. En 1943 se instala en Nueva York, conoce a Herbert Huncke, uno de los “héroes” suburbanos retratados por los escritores de la generación beat y heroinómano prototípico. También en esa época conoce a Allen Ginsberg y Jack Kerouac. En el año 1945, a pesar de su homosexualidad, se casa con una mujer llamada Joan y compra una granja en Texas. Dos años después se traslada a Nueva Orleáns, donde comienza a tener problemas con la policía, ya que la situación legal es cada vez más difícil para los morfinómanos, por lo que huye a Méjico en 1949, donde escribe sus dos primeras novelas: “Yonqui” y “Marica”. En su debut como escritor, utiliza un estilo mucho más conciso y aséptico que en la mayor parte de sus obras posteriores otorgando prioridad a la historia más que a la forma literaria, construyendo una narración desprovista de todo elemento accesorio, casi minimal. Poco después de terminar “Yonqui”, escribe “Marica”, utilizando el mismo estilo simple y conciso. Esta será su novela más sentimental, ya que trata de sus diversas relaciones amorosas y sexuales durante su estancia en Méjico y Panamá. En ella queda claro que su matrimonio con Joan, a pesar de los hijos en común, es más una cuestión de amistad que de amor, ya que su condición de homosexual lo lleva a acumular jóvenes amantes masculinos, a menudo interesados por el dinero que esperan sacarle al “gringo”. En Méjico, cuando cree haber encontrado por fin su asentamiento ideal (le fascina la extrema libertad y el mundo onírico que se vive allí, amén de la facilidad con que puede comprar morfina) sucede un accidente que marcará su destino como escritor: su mujer muere tras recibir un disparo del propio Burroughs mientras realizaban prácticas de tiro a lo Guillermo Tell en estado ebrio. Este trágico suceso lo llevará a embarcarse en una expedición antropológica a Panamá, que después continuará en solitario por Colombia, Ecuador y Perú, en busca del yagé , un poderoso vegetal alucinógeno utilizado por diversas tribus latinoamericanas. Regresa a Nueva York en 1953 para asistir como padrino al nacimiento incipiente de la “Beat generation”. En 1954 se marcha a vivir a Tánger a causa de sus problemas con la justicia estadounidense, allí residirá hasta 1958. Estos años serán los más duros y dramáticos de su vida, a causa de su adicción cada vez mayor a la heroína. Durante este período no es capaz de escribir más que pequeños fragmentos inconexos, algunos de ellos incorporados después a su novela “El almuerzo desnudo”, que describe su vida en esta época. Tras numerosos intentos de desintoxicación, en 1956 se somete al revolucionario tratamiento de apomorfina del doctor John Dent en una clínica de Londres, con resultados positivos que le permitirán retomar enérgicamente su labor literaria. En 1960 se traslada a Londres, aunque con esporádicas estancias en París y Tánger. En 1965 reside en el mítico Hotel Chelsea de Nueva York, con diversos músicos y artistas de la nueva generación hippie, conoce a muchos representantes de la pintura y poesía de la década de los sesenta. Poco después regresa a Londres, donde residirá hasta 1974, fecha de su definitivo regreso a EEUU. Desde finales de los ochenta hasta su muerte en 1997, Burroughs publicó una enorme cantidad de novelas pero, sobretodo dedicó sus esfuerzos a la pintura, la música y el cine, grabando infinidad de discos. En definitiva, al final de su vida, el escritor maldito se convirtió en una especie de icono mediático.
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