El libro es un viaje transcontinental a un ritmo salvaje y acelerado (deserción del ejército francés, éxodo por tierras africanas y descubrimiento de las infelicidades norteamericanas) de Ferdinand Bardamu, un estudiante parisino, de familia humilde, razonador, antipatriota, semianarquista que se alista como voluntario, imprevisiblemente, apenas suena el primer toque de clarín. Enviado al frente, en medio de esa carnicería mecanizada, comienza a envidiar la suerte de los caballos, que revientan como seres humanos pero sin frases altisonantes. Asi el Ferdinand de la novela experimenta la gran mentira de la guerra en carne propia. Protagonista, narrador y autor convergen en la misma persona, un hombre joven y escéptico que, sin saber por qué se alista en el Ejército para combatir contra los alemanes y comprueba que la guerra no tiene nada de heroico. Después de recibir una herida y una medalla, pasa por varios hospitales donde unos médicos astutos lo persuaden de volver cuanto antes «al ardiente cementerio del campo de batalla». Enfermo, deja el ejército, parte hacia una colonia africana donde se asquea de la bajeza humana, agotado por el calor y la malaria tropicales. En las colonias francesas descubre un mundo tan corrupto y deshumanizado que parecería inverosímil si no fuera porque era real. Después de haber entrado clandestinamente en América, trabaja en la Ford, y encuentra una fiel compañera en la persona de una prostituta (éstas son las páginas más tiernas del libro). De regreso a Francia, termina sus estudios de medicina, y ejerce como médico en un barrio miserable en el que sus enfermos hablan mal de él y casi nunca le pagan. Aparecen los Henrouille, proponiendo con sus planes el asesinato de la vieja rica. El ataque frustrado acaba en la ceguera castigo de Robinson, su oscuro amigo. Y en la huida a Toulouse. La vuelta a París es con un trabajo en un siquiátrico. De manera que el fin del viaje de Ferdinand es un manicomio en el que por fin, disfrutará de cierta tranquilidad y un buen pasar económico, pero Robinson, como una mala sombra, volverá a aparecer en su vida y será asesinado por su prometida, a la que Ferdinand se había cepillado alegremente. Viaje al fin de la noche es una novela escrita al mismo tiempo con pasión arrasadora y rabia lúcida en la que Cèline nos muestra con crudeza la realidad que le rodeaba, sin compasión. A lo largo de cientos de páginas, descubrimos el día a día de Ferdinand Bardamu: un rara avis que deambula por medio mundo sin llegar a ninguna parte. Ferdinand Bardamu es un héroe desilusionado y castigado que vive experiencias extremas, siempre al borde del abismo: herido en la Primera Guerra mundial, enamorado de una prostituta sin futuro, víctima de un trabajo embrutecedor en las colonias francesas en África, perseguidor del "sueño americano" que no se parece al del publicitado mito. Cèline es un viajero observador, cáustico y sin compasión que escribe un libro autobiográfico, marcado por una prosa ácida y agresiva. Desde el punto de vista técnico, Céline no se complica. La novela es más bien un diario, escrito por tanto, en primera persona. A pesar de que el personaje se llame Bardamu, sabemos que es Céline. Es casi una autobiografía, donde el autor no tiene que inventar tramas, dramas o hilos argumentales. Se trata de la tarea tan sencillamente compleja de narrar la vida, su vida. Sin embargo, Céline es mucho más ordenado de lo que parece. Basta tomar una lupa y fijarse en su prosa para comprobar, como mantiene una estructura narrativa más organizada de lo que a priori creemos. De esta forma el autor fue creando a lo largo de su obra un universo tragicómico y delirante, a la vez mezcla de experiencias propias y ficticias, usando un estilo telegráfico, rebosante de molestos puntos suspensivos que cortan el hilo del discurso lógico y obligan al lector a un ímprobo esfuerzo para enterarse de algo de lo que le están contando. Ya catapultado al éxito, indignado con los empresarios judíos que se niegan a estrenarle un ballet, comienza a gestar un antisemitismo que tiene una primera manifestación en 'Bagatelas para una masacre'. (1937), a la que seguirán varias obras menores, siempre nacidas de su odio a los hebreos. Los puntos de vista exacerbados de Céline, y sus escritos antisemitas de fines de los años treinta, hicieron que se le acusara de colaboracionismo con los nazis. Debido a ello, Celine estuvo exiliado en Alemania y Dinamarca en 1944. Después de la caída del régimen de Vichy, la vida de Céline será una sucesión de sufrimientos que parecen copiados de sus propias novelas. Y parece confirmarse que la vida imita al arte hasta en sus aspectos más desgarradores. En 1944, Céline se retira de Francia junto con las tropas alemanas. Hace una escala en Alemania, donde paradójicamente sus libros están prohibidos. Condenado en su país busca refugio en la neutral Dinamarca, donde asimismo se chupó un año de cárcel. Indultado en el 51, volvió a casa para acabar su obra en el ostracismo. Finalmente, muere casi olvidado, un primero de julio de 1961.
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