jueves, 11 de mayo de 2017

El hombre en el castillo de Philip K. Dick

El hombre en el castillo se publica en 1962. La novela nos transporta 15 años después de que la Segunda Guerra Mundial dividiera el mapa de lo que fue Estados Unidos entre el Reich en la costa oriental, el Imperio japonés en la occidental y un asfixiante territorio neutral en el interior. Nazis y nipones mantienen la paz entre ellos y se reparten las costas. En la antigua potencia estadounidense unos nativos conviven (o sobreviven) con los conquistadores, bajo las severas leyes impuestas por estos.
El hombre en el castillo se desarrolla mayormente en la ciudad de San Francisco, donde Robert Childan posee un próspero comercio dedicado a la venta de antigüedades americanas que obtiene sus beneficios de la fiebre coleccionista de la distinguida sociedad japonesa. El señor Nobusuke Tagomi, cliente habitual de Artesanías Americanas S.A. y titular de la Misión Comercial del Gobierno Imperial, es un hombre que sufre la disyuntiva entre el pasado de unas raíces que aún se encuentran en su sentido moral, la presente situación política del Japón que mantiene alianzas diplomáticas con el Reich, y a la vez el ser receptor de información privilegiada que augura hechos dramáticos.
Las vidas de ambos se cruzan con la del artesano joyero Frank Frink. Los tres serán testigos de la posibilidad de un resurgir de la decadente sociedad de nativos estadounidenses, mientras que los acontecimientos los mezclan en situaciones dependientes de la diplomacia. Mientras tanto Juliana, esposa separada de Frink, se encuentra en el Estado neutral de las Montañas Rocosas camino de encontrarse con Hawthorne Abdensen, el misterioso autor de una novela que propone un universo paralelo en el que las potencias del Eje pierden la Segunda Guerra Mundial.
El asesinato de Roosevelt conllevó una política aislacionista y la tardía entrada americana en la guerra. Para cuando lo hicieron ya estaba todo perdido. Lo más brillante de la obra resultará la repetitiva pregunta que se hacen los personajes sobre qué hubiera pasado si nazis y japoneses hubieran perdido la guerra, llegando a considerarse esto, a veces, como un imposible.
La novela "La mangosta se ha posado", escrita Hawthorne Abendsen, que está en boca y manos de muchos de los personajes, especula con la supervivencia de Roosevelt. Aunque fácilmente hallable, está prohibida, y su amenazado autor dicen que vive recluido en un castillo.
El hombre en el castillo es una ucronía, es decir, una novela que explora tiempos o etapas históricas que nunca ocurrieron. Dick ubica varias historias en esta ucronía pero se centra de modo especial en cinco: La de Robert Childan, la de Frank Frink y su ex esposa Juliana, la del señor japonés Nobusuke Tagomi, y la un agente alemán que, escudado tras el falso apellido Baynes, viaja a la zona de dominio japonés sobre Estados Unidos, con un propósito que Dick va revelando lentamente.
Juliana, ex esposa de Frank Frink, se obsesionará tanto con "La langosta se ha posado", que viajará hasta el búnker donde Abendsen se protege de los nazis, conocerá al mismo Abendsen, y junto a él hará el descubrimiento capital y estremecedor del libro: Que Alemania y Japón "en realidad" perdieron la Segunda Guerra Mundial.
Abendsen intuyó que el mundo donde él vive no puede ser real; de hecho, que escriba y publique La langosta es un modo de hacer pública su sospecha. Con su libro, Abendsen, plantea que la humanidad entera se halla sumida en un delirio del cual sería oportuno despertarla.
El hombre en el castillo postula que para acceder a la verdad no necesariamente ayuda el estar cerca de los hechos. El hombre en el castillo trata de alguien —Abendsen— que, alejado del mundo y encerrado en su búnker (su castillo), ve la realidad con mucha mayor facilidad que quienes están inmersos en los hechos. Es la figura del pensador (sea artista, filósofo, místico o científico) que aislado en su "torre de marfil" cuenta con una mejor perspectiva para ver el universo que aquellos hombres que están en contacto con los hechos y que no cuentan con suficiente distancia para emitir ciertos juicios. Dick plantea que en un símbolo puede haber más verdad que en un hecho. En un mundo que le rinde culto a los hechos, al pragmatismo y a lo empírico, la posición de Dick es absolutamente desafiante.
"El hombre en el castillo" no es una novela de ritmo vigoroso, ni posee demasiada acción (se cuenta un tiroteo, una breve persecución y una pelea cuerpo a cuerpo). Habrá lectores que la encuentren aburrida y hasta insustancial en cuanto a los hechos que narra, pues los acontecimientos transcurren sobre todo a través de los diálogos. El gran valor que tiene es, sin duda, el mover a la reflexión.

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