sábado, 13 de mayo de 2017

Verano de J. M. Coetzee


La serie más personal de la obra de Coetzee la constituyen sus "novelas autobiográficas", Infancia (1998), Juventud (2002) y Verano (2009). Una trilogía de textos que no solo pone en cuestión el límite entre realidad y ficción sino que vulnera todas las convenciones del género autobiográfico. Nada queda aquí de la reconstrucción autocelebratoria de momentos iluminadores de la vida que constituyen la figura de un "autor".
Infancia narra los primeros años de la vida de Coetzee en la década de 1950 en Worcester, pero el foco narrativo es tan cercano que lo allí contado se limita a lo que un niño de pocos años es capaz de observar y procesar por su cuenta.
En dirección opuesta, Juventud mantiene una constante y fría distancia en su personaje, en un "retrato del artista adolescente" que solo llega al arte a partir de la decepción y la inadecuación al mundo.
En Verano la apuesta es aún mayor: la novela reconstruye la vida adulta de J. M. Coetzee hasta su muerte (que en la ficción ya aconteció), a partir de las voces de diversas mujeres que lo conocieron y que son capaces de descomponer hasta sus más oscuros vicios y miserias. Una vez más, Coetzee revela la verdad oculta en las zonas perversas de la naturaleza humana, pero en este caso se atreve al desafío de asumir la oscuridad en carne propia.

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