Dino, miembro de una rica familia burguesa, se ha dedicado a
la pintura por aburrimiento: es decir, esperando poder entablar, por medio de
la expresión artística, esa relación con las cosas que de otra manera no
consigue establecer. Pero al cabo de diez años de trabajo, el acto de destruir
la tela en la que está trabajando se le revela como su primer gesto
verdaderamente creativo. Conoce a Cecilia, de quien se afirma que ha llevado a
la desesperación y a la muerte a un hombre, y se hace su amante, curioso por
descubrir qué es lo que la había hecho indispensable al otro. La muchacha se le
revela disponible para todo y para todos, y por ello mismo inaccesible; pese a
«poseerla» físicamente, nota que ella le huye.
Querría sentirla suya porque, aburriéndose de ella, se
resituaría en la dimensión cotidiana de la realidad. Sin embargo, no logra
hacerla suya ni con el dinero, que ella acepta y se gasta con otro, ni con una
propuesta de matrimonio, que es rechazada, ni tampoco con un gesto homicida,
del que se retracta justo a tiempo. Tras sobrevivir a un intento de suicidio,
Dino se da cuenta de que ya no desea poseerla: la ama de manera distinta,
aceptando el que viva al margen de él.
En realidad, sólo los primeros capítulos tratan propiamente
del tedio, luego éste es sustituido por una pasión erótica, aunque la pasión podría
pensarse, también, como una forma de tedio, pues para el sujeto que la sufre el mundo
desaparece por completo y se encuentra condenado a vivir sólo para el objeto de
su pasión.
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