domingo, 14 de mayo de 2017

Rififi de Jules Dassin (1955)

Tony le Stephanois sale de prisión después de cinco años de reclusión y encuentra a su antigua pareja con un conocido gangster. De repente, una vez libre, la vida que había planeado llevar se desvanece. Encontrándose sin un céntimo, no le queda otra opción que la de reemprender su antigua vida de criminal junto con sus viejos compinches. Pero ya no son jóvenes alocados, sino hombres con experiencia dispuestos a dar un golpe por todo lo alto. El objetivo es una joyería en el centro de París, en principio inaccesible. Durante semanas preparan un plan estudiado hasta el último detalle para que nada pueda fallar. La película habla de amistad, venganza, trabajo riguroso, violencia de género, delación, infancia, reinserción social de exreclusos. Es destacable el nivel de detalle y precisión con el que es descrito el atraco a la joyería, en una escena de 32 minutos, en la que el silencio, la ausencia de música, la escasez de luz y la narración visual, crean un clima de tensión, que atrapa al espectador hasta convertirlo en partícipe de la acción. Se condena sin paliativos la violencia contra la mujer en una secuencia escalofriante, cuyo punto culminante se narra en fuera de campo. Las secuelas en la espalda y hombros de Malo se muestran en una escena posterior. El trabajo bien preparado, hecho a conciencia y realizado con atención, es garantía de éxito, incluso cuando el objetivo es un atraco, siempre que nadie incurra en una ligereza por exceso de confianza. La perfecta realización de la operación da paso a un giro dramático, que gradualmente se eleva a trágico. La maldad de los delincuentes, contrastada con la deliciosa inocencia de un niño de 5 años, en algunos casos se combina con respuestas heroicas, que denuncian la pobreza de medidas de reinserción del sistema penitenciario. La música se basa en una partitura de melodías jazzísticas, de ecos dramáticos y fatalistas. Se incluyen fragmentos de bandas sonoras: "El salario del miedo", "Moulin Rouge" (1952) y otras. La fotografía acentúa la iluminación sombría de las escenas. El director se negó a rodar exteriores en días de sol. La obra comienza con el plano de una mesa de póquer, que anticipa la aventura y los riesgos de la acción. Contiene travellings, movimientos de cámara y una capadidad de inventiva cinematográfica, que evidencian un excelente montaje y una soberbia dirección. La entrada en París de Tony con el niño es antológica. Esta película, basada en la novela de Auguste Le Bretron, transformó el panorama del cine negro y le dio impulso. Contó con un presupuesto exíguo. El guión desarrolla una historia fascinante. La interpretación, a cargo de actores olvidados o poco apreciados, es acertadísima. La dirección aporta una enorme riqueza de detalles y matices e imprime a la acción un ritmo absorbente. Es una obra cumbre del género.

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