domingo, 18 de febrero de 2018

Emile Zola: Los Rougon-Macquart

Si tuviera que calificar esta saga con un adjetivo, sólo podría decir ‘magistral’. Es cierto que tengo debilidad por la novela del XIX, pero no es una debilidad caprichosa, el siglo XIX es, sin lugar a dudas, el siglo de la novela. En este siglo se inventó la novela contemporánea. Y si hay que poner nombres a estos precursores, a los de la avanzadilla, para mí, hay tres: Zola, Dostoievsky y Galdós.
Ellos tres (y alguno más, quizás, Balzac y Flaubert, aunque éste último con una única novela, Madame Bovary) apuntalaron todo el género. Si leemos la obra de algunos de ellos, veremos qué actual puede ser su redacción, y descubriremos que muchos de los recursos y gran parte del estilo que se presenta como innovación en la novela del siglo XX ya estaba ahí.

Pero, hoy, sólo les voy a hablar de Zola y de una de sus obras que son muchas, pues se trata de toda una saga familiar. En total 20 novelas, algunas de las cuales son famosas por sí solas, pues, cada una de ellas puede leerse como una novela independiente, aunque la obra, en conjunto, tiene un principio y un final: “Esta se halla, desde hoy, completa; se agita en un círculo cerrado; se convierte en el cuadro de un reinado muerto, de una extraña época de vergüenza y de locura.” (Emile Zola en el Prefacio de La Fortuna de los Rougon).

A lo largo de toda la serie se cuenta la historia de una familia, de origen provinciano, durante cinco generaciones, desde Adelaida Fouque (nacida en 1768), hasta un niño nacido fruto de la relación incestuosa entre Pascal Rougon y su sobrina Clotilde (1874), todo bajo el subtítulo Historia Natural y Social de una familia bajo el Segundo Imperio (1852-1871). Una familia marcada por taras hereditarias, la locura de Adelaida va pasando de generación en generación, algunos miembros la padecen de forma declarada, otros no pueden ocultar ciertos rasgos del carácter familiar.
Zola quiere “explicar cómo una familia, un pequeño grupo de seres, se comporta en una sociedad, desarrollándose para engendrar diez, veinte individuos que parecen, a un primer vistazo, profundamente disímiles, pero que el análisis muestra íntimamente ligados unos con otros. La herencia tiene sus leyes, como la gravedad.”

Los Rougon-Macquart, nombre de la familia, en realidad de las dos ramas de la misma familia (ambas descendientes de Adelaida, pero con una trayectoria bastante diferente, en apariencia), son retratados fisiológicamente y socialmente. Fisiológicamente, los deseos, pasiones, virtudes y vicios van apareciendo individuo a individuo en toda la saga, repitiendo las mismas características de las generaciones anteriores (a veces, llega a tanta la semejanza que hasta nos confundimos entre madres e hijas y, otras veces, diríamos a simple vista que no puede ser que tal madre y tal hija se correspondan, pero, sólo a simple vista). Socialmente, la familia es la representante del pueblo que, a veces con esfuerzo propio, otras, aprovechándose de ciertas circunstancias, honestas o no, va avanzando “por toda la sociedad contemporánea” y los Rougon-Macquart, con sus dramas propios, van a estar, además, en medio de los problemas urbanísticos de París, en procesos políticos más o menos turbios en la capital y/o en provincias, en el nacimiento del sindicalismo moderno, en sublevaciones populares y obreras, en la aparición de los grandes comercios, en problemas con la Iglesia y en todo lo que en el siglo XIX francés signifique cambio y avance, pero también, hay individuos que representan el conservadurismo y el amor por todo el pasado, y esto es uno de los factores que hace más creíble esta familia, que acaba pareciendo tan real como la Realidad misma, pero sigue siendo ficción, eso tampoco podemos olvidarlo, porque quizás en la realidad, no coincidan tantos factores mencionables o destacables en una misma familia.

Veamos cuáles son las obras, aunque algunas de ellas merecería una reseña propia (que no descarto hacer algún día):



1. La fortuna de los Rougon, publicada en 1871, es la primera de la saga: “Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los Orígenes.” Y la historia se inicia en Plassans (nombre inventado por Zola que recrea aspectos humanos y geofísicos de algunas villas de la Provenza de su infancia). Aunque la novela arranca, en el capítulo I, con la joven pareja revolucionaria formada por Silvère Macquart y su novia Miette, en el capítulo II, además de una descripción bastante detallada de Plasans, volvemos al pasado con la historia de Adelaida Fouque, joven huérfana, cuyo padre murió loco, y algo extravagante, “corrió el rumor de que le faltaba un tornillo como a su padre”. Se inicia de esta manera la historia de la familia y la historia de sus taras genéticas. Adelaida se casa con un tal Rougon, del que tiene un hijo, Pierre. Pero pronto queda viuda y empieza a convivir con un cazador furtivo, Macquart. De esta unión, nacieron los hijos ilegitimos, Antoine y Ursula. Los tres niños se educan juntos, pero el primero es el heredero, el único que asiste a la escuela, el que comprende en primer lugar que no es igual que sus hermanos, pues a él, por ser el hijo legítimo, le corresponde la herencia familiar. Este Pierre Rougon se casará con la ambiciosa Félicité y será el padre de tres hijos varones (Aristide, Eugène y Pascal) y de dos mujeres. Cada uno de estos hijos llevará un destino diferente, pero será Eugène, bien situado en el nuevo gobierno de Napoleón III, quien facilite que sus padres lleguen a tener cierto poder en Plassans.

2. En 1872, se publica La Jauría: Aristide llega a Paris y se mete de lleno en el mundo de los negocios. Su primera esposa muere dejándole un hijo. Cambia su apellido de Rougon por el de Saccard y emprende el camino hacia la riqueza, sin importarle a quien tiene que pisar. Una vez que es rico se casa con una joven que se aburre atrozmente mientras su marido se enriquece. La joven encontrará lo que su marido no le ofrece en el hijo de éste, manteniendo una relación incestuosa. El marido engañado, a pesar de saberlo, lo deja pasar, pues son mayores los beneficios que las pérdidas. Esta entrega estuvo censurada durante un tiempo, pero sólo supuso una pequeña postergación en la publicación.

3. El vientre de París, aparece en 1873. En esta tercera novela, el protagonista es el Mercado Central de Paris, a él llega un día para instalarse Lisa Macquart (hija de Antoine). Lisa es trabajadora y se diría que está muy lejos de padecer la locura de la abuela o la pereza congenita de los Macquart. Junto con su marido, pone un negocio que va bien. La llegada de su cuñado, pone en peligro su estable vida y no duda en denunciarlo, cuando conoce que prepara un complot contra el gobierno. Aparece, entre todo el gentio que deambula por el Mercado, otro miembro de la familia Rougon Macquart que, más adelante, tendrá una novela para él solo, se trata de Claude Lantier (sobrino de Lisa, hijo de Gervaise, hermano de Naná). De hecho una de las mejores secuencias es el paseo que Claude hace junto a Florent (el cuñado de Lisa), por el mercado.

4. En 1874, aparece La conquista de Plassans, dejamos el ambiente cosmopolita y urbano de la gran ciudad para volver a las intrigas provinciales. A Plassans llega un sacerdote algo siniestro y ambicioso, acompañado de su madre. Este cura se instalará en una de las casas más dignas de Plassans, precisamente la de Marta Rougon (hija de Pierre y Felicité) y François Mouret (hijo de Ursula Macquart y un comerciante con ese apellido), ambos, padres de Octavio, Desirée y Sergio. El abate Faujas, así se llama el religioso, conseguirá dominar a todas las damas de alcurnia de la vecindad (y por extensión a la vecindad completa), incluida la propia Marta que cambia radicalmente su carácter y llega a una especie de locura mística, que arrastra hasta las últimas consecuencias a su marido François. Hay una feroz crítica hacia cierto sector de la Iglesia católica y hacia cierta forma de interpretar la religión.

5. En el Pecado del Abate Mouret, de 1875, se vuelve al tema religioso, en esta ocasión, el protagonista es Sergio Mouret, que en parte influenciado por la religiosidad del huésped de sus padres se hace cura, sin mucha vocación. Vive con su hermana Desirée en un pueblo cercano a Plassans, mantiene con el resto de los habitantes del pueblo una relación algo extraña, pues no es aceptado del todo. Un día conocerá a la hija de uno de sus feligreses más opuestos a su labor y se enamorará de ella, viven su amor en una especie de paraíso, lo que los convierte, de alguna forma, en la pareja primigenia. Todo se desbaratará cuando se rompa el misticismo y comprendan que no están solos en el mundo. Desirée, por su parte, vive en una inocencia casi de bebé, rodeada de pollos, cerdos y otros animales de granja. Aparece, también, como personaje secundario el doctor Pascal Rougon (hijo de Pierre y tío de los muchachos).

6. En 1876, aparece Su excelencia Eugène Rougon. Eugène (¿recuerdan? Era hijo de Pierre y Félicité, hermano de Aristide, Pascal y Marta), empieza su carrera política en medio de las borrascosas aguas del inicio del Imperio, su primera labor había sido la de espía, sin embargo, llegará a ser Ministro, siguiendo, siempre, la misma línea de compra de cargos, de favores turbios que se han de pagar, etc. Como en otras ocasiones, queda con un final abierto, no hay premios para las buenas conductas ni castigos para las malas, simplemente un análisis de la situación.

7. 1877 ve aparecer La taberna, los grandes salones por los que se mueve Eugène Rougon dejan paso a las calles más populares de París, por donde transita una de sus primas (Gervaise, hermana de Lisa, hija pues de Antoine). Gervaise llega a Paris con el hombre con el que convive, Lantier, del que tiene dos hijos (Claude y Etienne), será también madre de Nana. Gervaise va cayendo en un pozo sin fondo, por causa de la bebida y la desesperación de la pobreza. Acabará pasando de ser una joven trabajadora y emprendedora a un ser informe, alcoholizada y sin determinación. Novela muy criticada por la burguesía culta del momento, entre otras cosas porque Zola hace hablar a sus personajes como lo que son, personas del pueblo. Tampoco fue bien aceptada por la clase obrera, que se veía retratada como indolente y amiga de la bebida. Contiene, en realidad, una gran crítica social.

8. Una página de amor, en 1878, es la historia de Hélène Grandjean (hija de Ursula Macquart, y hermana del ya mencionado François Mouret). Casada muy joven con Grandjean, tiene una hija, Jeanne, que tiene crisis regulares, la herencia de la familia. Los tres han llegado, desde Marsella, a París, allí, muy pronto el marido muere. En una de las crisis de la hija, Hélène conoce al doctor Deberle, por el que sentirá un violenta pasión, nada que ver con lo que sentía por su marido, al que nunca había amado en realidad. Pero Jeanne, además de sus crisis, tiene otro problema, un amor casi enfermizo hacia su madre, no soporta que ésta mire a otra persona que no sea ella, mucho menos que tenga una relación amorosa con un hombre. Jeanne, sorprenderá a su madre con el doctor, huirá por la ventana, justo cuando llueve, lo que le procurará una tisis “galopante”, de la que morirá, tal como había sucedido con su abuela Ursula. Hélèna, finalmente, se trasladará a Marsella, ciudad en la que todo había empezado. En esta novela no hay cuestionamientos sociales, más bien, se trata el tema amoroso, además de aspectos psicológicos, sobre todo, por la obsesión que Jeanne siente por su madre.

9. Nana (en algunas ediciones Naná) aparece publicada en 1879. La protagonista es la hija de Gervaise Macquart (de casada, Lantier). Nana se presenta como una artista de varietés, pero artista bastante mediocre, pero ¿a quién importa cómo es Nana artista? A sus admiradores, de las altas jerarquías y de la aristocracia, desde luego que no. Es su cuerpo lo que admiran, no sus dotes artísticas. Ha pasado de ser una golfilla de la calle (en la Taberna) a una de las prostitutas más solicitadas por los que son ‘alguien’ durante el Segundo Imperio: condes, duques, principes se la disputan. Un amor que la abandona, un hombre que roba por ella, un aborto, un suicidio serán algunas de las cosas que inician su declive. Después de una ausencia, vuelve a París para ver a su hijo, enfermo de viruela. Ella se contagiará y morirá, sola, y llena de pústulas y heridas que destruyen todo lo bello que en ella quedaba. En las calles, el pueblo grita: “¡A Berlín!, ¡A Berlín!” El Segundo Imperio, al igual que Nana, también muere. La novela fue todo un éxito y Zola la calificaba como una de las mejores de su producción.

10. En 1882, se publica Octavio (Pot-bouille). Este personaje ya había aparecido de forma secundaria en La Conquista de Plassans, se trata de Octavio Mouret (hijo de Marta Rougon y François Mouret). Es un joven provinciano con pretensiones de hacerse rico en la gran capital. Octavio vive en un gran edificio, con una hermosa entrada y una fachada no menos hermosa, pero, dentro, se entretejen las vidas de los inquilinos, si en apariencia todo es honorabilidad y respetabilidad, en el fondo, todo es falsedad. En realidad, los burgueses que viven aquí son la representación de una doble moral, de una decadencia absoluta, que, acabará, corrompiendo al joven y adoptándolo como nuevo integrante. “Uno acá se vuelve indecente a pesar suyo”, dice una de las criaditas, y así es. Toda una crítica social hacia la burguesía que vive en una falsa ostentación.

11. El paraíso de las damas (también La Felicidad de las Damas o la Dicha de las Damas), de 1883, viene a ser una continuación de Octavio. El título se refiere al comercio de paños que Octavio Mouret ha heredado de su esposa. Denise es una joven que llega desde Valognes, al morir sus padres, para vivir con su tío Bauru. Bauru es un pañero, tiene un pequeño comercio, nada que ver con lo que esperaba encontrar su sobrina, que lo suponía rico y sin problemas financieros, que, es precisamente, lo único que le queda. En la zona, una de las antiguas mercerías se está convirtiendo en un gran almacén, se trata, precisamente del Paraíso de las Damas. Octavio Mouret ha convertido el negocio que le legó su esposa en un gran comercio, donde la presentación vale más que la calidad, pero con gran éxito entre las clientas, que llegan atraídas al negocio por los precios y por el conquistador Octavio. Denise, por la precaria economía familiar y pese a los prejuicios que tiene, se ve obligada a trabajar en este gran almacén. Y, como suele pasar en las novelas sentimentales, aunque las relaciones entre empleada y dueño, no son, en principio, excelentes, ambos acabarán enamorándose y casándose. No existe, como en la anterior entrega una crítica política ni se detiene mucho en las condiciones de los obreros, Zola, vuelve aquí a atacar a la burguesía comercial, pero además bordea, la novela sentimental, sin caer, por supuesto, en el sentimentalismo.

12. La alegría de vivir (1884) es lo que siente Pauline Quenu (hija de Lisa Macquart y del carnicero Quenu). Pauline queda huérfana a los diez años y es recogida por unos primos, los Chanteau, que devoran la fortuna de la joven, sin que ella haga nada por solucionarlo. Igualmente, ayuda a los pobres, quienes le roban. Ama al depresivo y siempre triste Lázaro, el hijo de los Chanteau, lo apoya, e, incluso, financia algunas de sus empresas quiméricas, para luego ser dejada de lado, pues él prefiere casarse con otra rica heredera, Louise. Estas y otras cosas podrían haberla convertido en un ser triste, pero no, ella, sigue disfrutando la vida y desbordando de alegría y de energía. Pauline acabará cuidando de Paul Chanteau, hijo de Lázaro de Louise, quien acabará gastando hasta su última moneda. Sin que por ello, la alegre Pauline deje de esperar que le suceda algo positivo. En realidad, el título tiene cierta ironía, pues la alegría de Pauline está cercana a la misma inocencia que demostraba Desirée Mouret, es una especie de escape de la vida desagradable que les tocó.

13. Germinal, apareció en 1885. Zola, antes de escribirla, hace todo un trabajo de lo que hoy en día podríamos considerar periodismo de investigación: visita las minas, habla con los mineros, conoce sus problemas, pasea por los villorrios donde viven, desciende, incluso, a los pozos donde trabajan. Es, sin duda alguna, una de las mejores novelas que trata el tema del proletariado, sus dramas, sus miserias, retrata, fielmente, los inicios del sindicalismo contemporáneo. Y nadie diría de esta obra que es un reportaje ni una crónica, muy al contrario, es una excelente novela, cada personaje está perfectamente individualizado y caracterizado, pero podríamos decir que, al igual que en el Vientre de París, el protagonista central era el Mercado, aquí el protagonismo lo tiene la Mina y todo lo que ella conlleva. Hay, por supuesto, un protagonista humano también, se trata de Etienne Lantier (hijo de Gervaise y hermano de Claude, Naná…). Este joven, vagabundea por las zonas mineras, buscando un trabajo y lo encuentra en el Voreux. También encuentra alojamiento en el mismo poblado, en casa de una de las familias que laborean en los pozos. Las condiciones de vida de estas personas es bastante precaria, todos, desde los más pequeños hasta los más viejos, viven por y para la mina, que apenas les da lo suficiente para mantenerse; todo lo contrario a los dueños que viven cómodamente y que tratan a sus obreros como si fueran limosneros, les ofrecen caridad, cuando deberían ofrecerles mejores condiciones para su trabajo. En medio de toda esta miseria laboral, están entretejidas las vidas de los mineros: nacimientos, engaños, amores, desamores, muertes… Etienne se ve involucrado en todo ello y, sin saber muy bien cómo, se ve capitoneando y organizando una revuelta de obreros, que piden mejoras en una mina que está en peores condiciones de lo que ellos mismos suponen. Y, aunque en la mina no todo acabe como en los cuentos de hadas, el futuro está lleno de esperanzas por ese movimiento obrero que está ‘germinando’: “Los hombre empujaban, y un ejército negro, vindicador, que germinaba lentamente en los surcos, se aprestaba para redondear las cosechas del siglo futuro y cuya germinación pronto haría estallar la tierra”

14. La obra (1886), dejamos a los obreros y la problemática industrial y volvemos a París, en esta ocasión, al círculo de los jóvenes artistas, y, más allá, a la obsesión por conseguir la Obra Perfecta. Claude Lantier (aquel artista al que veíamos pasear por el Mercado Central en el Vientre de París) ha instalado un taller, en el que ha creado un mundo propio, que se ve interrumpido por la llegada de una mujer, una muchacha joven, Cristina. Ella será la modelo de una de sus creaciones que, de un simple boceto, acabará convirtiéndose en un panel de dimensiones colosales, al que el artista califica como La Mujer, y será esta mujer con mayúsculas, la obra en sí, lo que acabe obsesionándolo hasta su final. Mientras, Zola nos deja ver cómo era el mundo que gira en torno al arte y a los artistas, algo bohemio, algo burgués. Claudio, artista autodidacta, y sus amigos, conforman un grupo frente a los artistas ‘académicos’, que, curiosamente, acabarán recibiendo la influencia de Lantier, sin que ello suponga que el pintor haya triunfado en ninguna de las exposiciones en las que participa. Una curiosidad, entre este grupo de pintores y artistas, hay un escritor que, por su forma de pensar y por sus propios actos, nos recuerda bastante al mismo Zola. Y otro detalle, en uno de esos guiños que a Zola le gusta hacer, al final, nos encontramos con la aparición fugaz de Octavio Mouret, sin ser mencionado siquiera su nombre, lo describe como ‘el dueño de unos grandes almacenes’.

15. Y del París de los artistas, volvemos al campo en La Tierra (1887). Juan Macquart (hijo de Antoine y sobrino de Pierre Rougon) llega a Chateaudun, región eminentemente agrícola, donde descubrirá hasta qué punto puede llevar a las personas la ambición por poseer más tierra. No es un campo idílico, aunque por la primera estampa que Juan ve, una chiquilla cuidando de una vaca, se podría decir eso, pero en seguida las circunstancias desengañarán al lector que lo hubiera imaginado. Por la tierra, las personas se odian, se aman y se matan, cuando de poseer se trata, no hay ni amores filiales ni contemplaciones de ningún tipo. Existe también un enfrentamiento entre los que quieren seguir con las viejas formas de cultivo y los que quieren introducir reformas, nuevas maquinarias que los mismos campesinos temporeros rechazan, temiendo que ello signifique quedarse sin trabajo. Porque, en el campo, de un año a otro, puede pasarse de la más absoluta de las riquezas a la más miserable de las pobrezas. Tal como Juan acaba reflexionando, todo se reduce a “Pasiones, muerte, dolor, lágrimas, simiente.” Y dejemos a Juan, por ahora, lo volveremos a ver más adelante.

16. En 1888, aparece una obra con un estilo totalmente diferente, es el Sueño (o el Ensueño). Una novela algo extraña por la historia que cuenta, que bordea casi el misticismo. El día de Navidad, en medio de la nieve y del frío, una niña se refugia en el pórtico de una iglesia, siendo recogida por los casulleros de la Catedral, los Hubert y su vida transcurrirá plácidamente en Beaumont, leyendo historias de santo, adentrándose en su misticismo y bordando las casullas de los frailes de la catedral. Angélica, que así se llamaba la niña, acabará convirtiéndose en la mejor bordadora de la zona. Lo que incitará al nuevo obispo encargarle que ella misma borde sus prendas, provocando el acercamiento entre Feliciano, el hijo del obispo, y la bordadora. Es curioso que la joven lleve el delirio familiar por el camino del misticismo siendo hija de quien parece ser, Sidonia, la hija mayor de los Rougon, mujer (que como veremos en Dinero o se había visto ya en la Jauría) no tiene nada de mística. Es tanto el misticismo en el que vive Angélica que su propia vida parece un sueño y como los sueños acaba desmaterializándose.

17. Y damos otra vuelta a la historia con La bestia humana, de 1890. El título de La Bestia humana tiene dos lecturas, por un lado se refiere al tren, una gran bestia de hierro, pero, también el hombre que es, con toda propiedad, la bestia humana. El instinto asesino es el centro de esta obra. El protagonista, en esta ocasión, es Jacques Lantier, otro de los hijos de Gervaise y su marido, hermano, por lo tanto de los ya conocidos Etienne, Claudio y Naná. Jacques es un hombre serio, trabajador, entregado por completo a su oficio de maquinista de tren, sólo tiene un problema, cuando se encuentra con una mujer se despierta en él una pasión ciega y destructora, se convierte en ‘una bestia humana’. Pero no es el único que puede llegar a ser una bestia humana, otros llegan a ese punto por ansias de dinero, por sentirse oprimido, por librarse de un extorsionados… Todos los motivos los recoge Zola en esta obra, que se convierte en una de las primeras novelas negras de la historia. El maquinista ve matar a uno de los jefes de la locomotora (Grandmorin), en manos de otro trabajador del tren (Roubaud) y de su mujer (Séverine), en lugar de acusarlos, los protege, lo que le facilita convertirse en el amante de la mujer asesina. Hay otra historia paralela, en la que un marido (Misard) mata a su mujer (Phasie), buscando un dinero que ella se ha reservado y que no quiere compartir con él. La hija de este matrimonio, Flora, se enamorará de Jacques, que no se atreve a unirse a ella, conociendo esa vertiente más oscura que le inspira el estar cerca de una mujer y temiendo no poder controlarla ante la joven. Igual que Zola se informó para escribir Germinal sobre todo lo que concernía al mundo de los mineros, en esta ocasión, nos sorprende el gran conocimiento que tiene sobre el mundo ferroviario y las grandes maquinas que se mueven sobre las vías. Por otro lado, Zola no se ocupó para nada del análisis psicológico de estos personajes, simplemente narra los hechos, sin juzgarlos ni psicoanalizarlos (cosa que habría sido, además, anacrónica).

18. En 1891, volvemos a París con El dinero. De nuevo Aristide, acompañado de otros personajes de la saga, como sus hermanos Sidonia y Eugenio y su hijo Máximo. Y, el gran personaje: el dinero. “¡El dinero, el dinero rey, el dinero Dios, por encima de la sangre, al margen de las lágrimas, adorado sobre un pedestal más algo que los vanos escrúpulos humanos, en lo infinito de su poderío!” Y si este Dios dinero tiene un vasallo, no hay que buscarlo muy lejos, es, sin duda, Aristide Rougon o Saccard. La Bolsa cae y con ella, Aristide pierde algo de su patrimonio, lo justo para que, desesperadamente, busque otras formas de conseguir un nuevo negocio que le proporcione un nuevo capital. No es que le falte, simplemente, está obsesionado por tener más. Aristide no hace nada que no esté encaminado a este fin. Ambición, pasiones y dinero, una mezcla perfecta para conseguir una gran obra literaria. A esto añádase temas tan vigentes en el siglo XIX como en el XX: los católicos conservadores contra el capital judío, el papel de la masonería; la importancia de la Banca en la vida sociopolítica; etc… Y de nuevo, las historias familiares, las obsesiones. Todo ello ambientado excelentemente bien por Zola que, de nuevo, ha investigado antes de agarrar la pluma y ha entrado hasta lo más recóndito de esta sociedad financiera. Como punto de salida, un hecho histórico: la quiebra de un famoso banco francés, la Unión General de Eugène Bontoux, causada, especialmente por la especulación de los Rothschild.

19. En El Desastre (La Debacle) de 1892, volvemos los ojos hacia la Historia de Francia. Es la Guerra francoprusiana que hará caer al Segundo Imperio. ¿Recuerdan al pueblo gritando, al final de Naná, “A Berlín, A Berlín”? Pues no es una sorpresa, no se llegó a París y para colmo la guerra supuso el gran desastre final. Juan Macquart, una vez que Francisca, su mujer en Tierra, ha muerto, se refugia en el campo de batalla. La novela es una denuncia de la guerra y sus horrores, pero también es una historia de amistad. Juan tiene un amigo, Maurice Levasseur, ambos defensores de la paz, pero cada uno con una visión diferente de cómo debe ser el después, mientras que Macquart sueña con un país en paz y en obediencia, Lavasseur sueña con el fin de las injusticias y la revolución. Por otra parte, Juan está prometido con Henriette, la hermana de Maurice. Una vez que la guerra termina, ambos luchan en la Comuna, pero uno frente a otro. En plena lucha, Macquart hiere de muerte a un comunero, cuando descubre que es, precisamente, su amigo, abandona las armas y París, al mismo tiempo que el amor. Volveremos a verlo en El Doctor Pascal, viviendo en la Provenza y casado con una campesina. Igual que vimos en Germinal, también aquí Zola se muestra optimista para el futuro: “El campo devastado estaba yermo, la casa incendiada, había caído al suelo; y Juan, el más humilde y el más dolorido, se fue derecho hacia el porvenir, para emprender la inmensa y dura tarea de reconstruir a Francia.”

20. El Doctor Pascal, de 1893, cierra toda la saga. Pascal Rougon es hijo de Pierre y Félicitè. Vive en una casona, acompañado de una criada y de su sobrina Clotilde (la hija de Aristide), y lleva 30 años dedicado a estudiar las leyes de herencia genética que afectan a su propia familia. Durante estos 30 años ha ido acumulando documentos de cada uno de los miembros. Documentos que su madre preferiría ver destruidos, para ello, para destruirlos, se busca la complicidad de la criada y de Clotilde. Se inicia una lucha entre la ciencia, encarnada por Pascal, y la superstición y la religión, encarnadas por las tres mujeres. La sobrina logra arrebatarle la llave y Pascal le revela el trágico destino de los suyos, cómo cada miembro de la familia se ha encaminado hacia su propio final, en medio de obsesiones, locuras, crisis histéricas… Pascal enferma y Clotilde tiene que cuidarlo, será entonces cuando ambos se den cuenta de que se aman, Pascal intenta casar a su sobrina con un médico amigo, pero Clotilde se niega. Si la primera parte de la historia fue una lucha entre ciencia y superstición, la segunda parte narra los amores incestuosos de tío y sobrina. Un revés económico rompe esta relación. Pascal quiebra económicamente y manda a su sobrina a París, ella, por otra parte, debe cuidar a su hermano Máximo, que padece ataxia. Pascal se queda solo en su casa, a los dos meses enferma de corazón. Al mismo tiempo se entera que Clotilde espera un hijo de él. La llama a su lado, pero cuando llega, él ya ha muerto. Clotilde no puede impedir, tampoco, que Felicitè y la criada quemen los documentos sobre la trayectoria genética de la familia, sólo puede salvar el árbol genealógico. La novela acaba con el nacimiento del hijo de Pascal y Clotilde, en una especie de canto al futuro. El hijo de Pascal es el último de los Rougon, pero además es la continuación de su padre, del científico que defiende la vida.

Como vemos los Rougon-Macquart es toda una novela épica, pero aquí los héroes se han convertido en personajes débiles, enfermos que viven en un momento histórico que, como la misma familia, es en el fondo, debil.

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