viernes, 2 de febrero de 2018

El faro del fin del mundo de Julio Verne

En el extremo sur de Argentina, en la Isla de los Estados, existe una edificación de seis metros de altura ubicada a sesenta metros sobre el nivel del mar que, a pesar de ser denominado de forma oficial como Faro de San Juan de Salvamento, se conoce como El faro del fin del mundo. La Isla de los Estados está cerca del Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos, donde el Atlántico le da la mano al Pacífico, en el departamento de Ushuaia de la provincia de Tierra del Fuego.
El faro de San Juan de Salvamento se encuentra al noroeste de la Isla. Fue construido en el año 1884 y funcionó hasta 1899, siendo por aquellos tiempos la única luz que tenían los navegantes en el mar austral. También era la última referencia antes de lo desconocido, la Antártida.
Es una casa octogonal, baja, que se encuentra sobre un promontorio rocoso, con la linterna en su techo, y en cuyos lados se ubicaban ventanales de vidrio por donde emergía la luz, fija, proporcionada por ocho lámparas de petróleo.
Julio Verne se inspiró en este faro para escribir hacia 1901 su novela. Todo indica que el autor conocía la zona, ya sea por haber leído o escuchado relatos de viajeros, o por haber dejado volar la fantasía a partir de los mapas de la época.
El gobierno de Argentina decide construir un faro en esa isla para guiar a los navegantes en las peligrosas aguas y así evitar los constantes naufragios. Y envía a tres fareros, Felipe, Vázquez y Moriz, pero esta misión pacifica va a trastornarse por completo con la aparición de unos piratas sin escrúpulos que actuarán con inusitada violencia.
A los pocos días de instalarse los fareros encuentran un venado muerto por el disparo de una bala por lo que deducen que no están solos en la isla. Y es que, desde hacía quince meses, unos piratas habían naufragado en la otra punta de la isla. Estos piratas vivían de lo que les llegaba por mar de los naufragios que había antes de la construcción del faro.
Estos piratas reciben un día la llegada de un barco sin tripulación que embarranca justo en la cala en la que ellos se encuentran. Lo hacen suyo y rodean la isla para reparar el casco y apagar el faro para aprovecharse de los botines de los naufragios que se vayan produciendo.
La banda de piratas dirigidos por el terrible Kongre dan muerte a dos de ellos, y queda con vida únicamente al jefe, Vázquez, que ha logrado ocultarse. El valeroso Vázquez tratará entonces de sobrevivir en ese lejano paraje, y al mismo tiempo buscará la manera de terminar con las fechorías de los malhechores.
En el enfrentamiento que sigue se debatirán la desesperada lucha por la libertad del cabecilla de los piratas, Kongre, y la tenacidad y heroísmo, de Vázquez, con quien se alían los elementos de la naturaleza y el implacable paso del tiempo.
Vázquez procurará preparar la forma de enfrentarse a Kongre y su violento grupo de piratas. Posteriormente, un náufrago estadounidense de origen escocés, John Davis, será el compañero de Vázquez en su lucha contra los piratas.
Kongre es para muchos el más vil de sus villanos; aunque, como de costumbre, Verne se adentra poco en la psiquis de sus personajes. Sin embargo, el argentino Vázquez es un personaje muy bien construido; su temple, su valentía y su coraje contrastan con el sombrío carácter del pirata.
Un tiempo después acontece otro naufragio, el de un barco llamado Century, y un marino estadounidense llamado John Davis que logra sobrevivir y llegar a la isla, se trasformara en el aliado de Vázquez para hacer frente a los piratas.
Al mismo tiempo, los dos héroes están a la espera que el barco argentino que había dejado en la isla tres meses atrás a los fareros y que debe volver para traer a sus relevos, regrese a la isla para ayudarlos a luchar con los piratas.
"El faro del fin del mundo" es una novela de tono oscuro, en la que los pillajes y la crueldad de los malhechores reflejan el sentir, el pesimismo y la desilusión que tenía Julio Verne en sus últimos años, siendo quizá una de las principales novelas en las que es evidente que Verne era más que un escritor sólo para niños y jóvenes. Algunos estudiosos de Verne insisten en que pocas historias de este escritor recurren a actos tan fuertes de pillaje y de violencia.
A diferencia de la mayoría de Viajes Extraordinarios, esta novela es estática, ya que en ella no predomina un viaje como hilo conductor de la acción; por el contrario, la Isla de los Estados se convierte en una cárcel de soledad y desolación, en tanto el mar, en un muro infranqueable que evita la huida de los piratas de la banda de Kongre.
Es uno de los mejores relatos de la última etapa literaria de Verne; y como es frecuente en dicho periodo, los elementos realistas predominan sobre la ficción fantástica.

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