sábado, 10 de diciembre de 2016

André Gorz


El filósofo y periodista André Gorz nació en Viena en el año 1923 con el nombre de Gerhard Hirsch. Su padre Robert era un vendedor de sellos judío, y su madre, Marta Starka, una secretaria proveniente de una familia cultivada católica. Por la época en que vivió, el joven Gorz crece en un ambiente antisemita que acabó provocando que su padre se convirtiera al catolicismo en 1930 y cambiase su apellido por Horst. En 1939 su madre lo envía a una institución católica a Lausana para evitar su movilización en el ejército alemán.
En estos años, su padre es expulsado de su propia casa. En 1945 obtiene un diploma de ingeniero químico en la Universidad de Lausana. Durante ésta época participa en los encuentros de la sociedad de estudiantes de ''bellas letras'' pero demuestra su interés por la fenomenología y por la obra de Sartre.
Comenzando su vida activa como traductor de noticias americanas en casa de un editor suizo, publica sus primeros artículos en un diario perteneciente a un movimiento coperativo.
En junio de 1949 se traslada a París donde trabaja en primer lugar, en el secretariado internacional del Movimiento de Ciudadanos del Mundo. Su entrada en ''París-Presse'' marca sus comienzos en el periodismo. Allí toma el seudónimo de Michel Bosquet, y conoce a un cronista llamado Jean-Jacques Servan Scheiber, quién en 1955 lo lleva como periodista económico al Express.
De personalidad extremadamente discreta, es autor de un pensamiento que oscila entre filosofía, teoría política y crítica social. Discípulo del existencialismo de Jean-Paul Sartre, rompió con él tras 1968 y se convirtió en unos de los principales teóricos de la ecología política y el altermundialismo. Asimismo, fue cofundador (junto a Jean Daniel) en 1964 de la revista Le Nouvel Observateur.
En 1947, Gorz conoce a Dorine Keir y la invita a salir, sin muchas esperanzas ya que ella estaba siendo cortejada por otros tres hombres. Ella, para su sorpresa, acepta dando comienzo así a una relación que los mantendría juntos por 60 años. “Es un judío austríaco carente por completo de interés, no tiene un céntimo, escribe”: así se lo presentaron formulariamente a la inglesa Dorine, cuando ella llegó a Suiza con un grupo de teatro vocacional. La esperaba otro hombre en Inglaterra para casarse con ella. Pero Dorine prefirió subirse a un tren con Gorz rumbo a París.
Allí trabajó de modelo vivo, recogió papel usado para vender por kilo, fue lazarillo de una escritora británica que se estaba quedando ciega, mientras él escribía en una buhardilla. También aprendió sola alemán (él se negó a enseñarle; había jurado no volver a usar esa lengua cuando lo corrieron de Austria), para ayudarlo en el relevamiento de la prensa europea que él hacía para una agencia y que se convertiría con el tiempo en su sello de estilo: el cruce entre filosofía y periodismo de sus potentes ensayos breves.
A los 60 años, se detecta una espantosa enfermedad degenerativa a su mujer, que conllevaba unas terribles y progresivas migrañas para las que no había solución médica. Había contraído esa enfermedad incurable por culpa de una sustancia que le habían inyectado para hacerle radiografías: la medicina se lavó las manos del caso. Gorz decide jubilarse y atenderla. Así lo hace durante 23 años.
A caballo entre la autobiografía y el ensayo, André le escribe una conmovedora carta a su esposa: “Carta a D: Historia de un amor”. Un año después de escribirla, aterrados ante la idea de separarse, un suicidio acaba con la vida de ambos.
En la carta André se extraña, y nosotros con él, de la escasa presencia que su mujer tiene en su obra, a pesar de ser su pareja durante 60 años y ser alguien de gran peso en el legado que André Gorz nos ha dejado. Ambos hicieron del amor su patria, el faro que es referencia para no perderse y encontrarse en el otro. Siendo así, conciben el suicidio como una forma de hacer eterno su amor.
André escribe: “recién acabas de cumplir 82 años. Has encogido seis centímetros, sólo pesas cuarenta y cinco kilos pero sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace 58 años que vivimos juntos y te amo más que nunca. Hace poco volví a enamorarme de ti una vez más y llevo de nuevo en mí un vacío devorador que sólo sacia tu cuerpo apretado contra el mío”.
"Carta a D" es una obra corta (apenas 110 páginas en formato pequeño y letra grande) de prosa sencilla pero cuidada que se lee de una sentada. André reconoce que sin ella nunca habría llegado a nada. La caída de las ideologías, las guerras, los continuos cambios (pocas veces, a mejor) en el mundo, la enfermedad, la vejez... nada habría tenido sentido, si ella no hubiera estado a su lado.
El 22 de septiembre de 2007 fueron encontrados los cuerpos sin vida de André y Dorine en su casa de Vosnon. En “Carta a D”, André afirma: "Nos gustaría no sobrevivir a la muerte del otro. Nos hemos dicho a menudo que, si tuviésemos una segunda vida, nos gustaría vivirla juntos". Una nota puesta a la entrada del domicilio decía: "Favor de no subir".
Gorz y Dorine eran conscientes de que les unía "un vínculo invisible", basado en la experiencia de la inseguridad: su lugar en el mundo no está garantizado y sólo tendrán lo que logren hacer. Su universo es precario y en este sentido recuerdan un poco a la experiencia de otro judío austriaco universal de medio siglo antes, Stefan Zweig, que también se suicidó con su esposa, aunque por otros motivos (desesperados por el avance de la peste parda del nazismo).
"Seremos lo que hagamos juntos", le dice André a Dorine, que se enfrentan a lo que pasa a su alrededor desde diferentes posiciones: el filósofo y periodista, desde las grandes construcciones teóricas, que necesitaba para orientarse en el mundo intelectual aunque fuese para cuestionarlas; Dorine no precisa esas prótesis psíquicas que son las doctrinas y sistemas de pensamiento, sino que entiende que sin las intuiciones y los afectos no puede haber inteligencia ni sentido.
La "Carta a D." termina como empezó: como una reivindicación del amor. Merece reproducir su último párrafo: “Por la noche veo la silueta de un hombre que, en una carretera vacía y en un paisaje desierto, camina detrás de un coche fúnebre. Es a ti a quien lleva esa carroza. No quiero asistir a tu incineración; no quiero recibir un frasco con tus cenizas. Oigo la voz de Kathleen Ferrier que canta Die Welt ist leer, Ich will nicht leben mehr [El mundo está vacío, no quiero vivir más] y me despierto. Espío tu respiración, mi mano te acaricia. A ninguno de los dos nos gustaría tener que sobrevivir a la muerte del otro. A menudo nos hemos dicho que, en el caso de tener una segunda vida, nos gustaría pasarla juntos".
Cuando llega la policía local la puerta del domicilio está abierta. En la cama matrimonial del cuarto de arriba yacen André Gorz y su esposa Dorine, en paz. A un costado, unas líneas escritas a mano, dirigidas a la alcaldesa del pueblo: “Querida amiga, siempre supimos que queríamos terminar nuestras vidas juntos. Perdona la ingrata tarea que te hemos dejado”.
Obras de André Gorz:
- Miseria del presente, riqueza de lo posible (Paidos, 1998)
- Capitalismo, Socialismo, Ecología (Ediciones HOAC, 1995)
- Metamorfósis del trabajo, demanda del sentido (1988)
- Los caminos del paraiso: Para comprender la crisis y salir de ella por la 
izquierda (Laia/Divergencias, 1986)
- Adios al proletariado: Más allá del socialismo (El Viejo Topo Ediciones, 1981)
- La ecología como política (1979)
- Mercado común y planificación (1967)
- Estrategia obrera y neocapitalismo (1964)
- Crítica de la razón económica
- División del trabajo: el proceso laboral y la lucha de clases en el capitalismo
moderno
- Socialismo y revolución
- Historia y enajenación (1958)

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