jueves, 1 de diciembre de 2016

Cosmópolis de Don DeLillo

Eric Packer es un multimillonario de 28 años que realiza una odisea a través de Manhattan para cortarse el pelo. Hizo su fortuna en el mercado de valores. Como en el Ulysses, la acción en Cosmópolis ocurre en un solo día, en este caso “un día de abril del año 2000". Se trata de un día conflictivo, pues el Presidente de la nación visita la ciudad y Manhattan estará especialmente colapsado.
El viaje de Packer se ve dificultado por numerosos atascos de tráfico causados por la visita presidencial y además por una violenta protesta anticapitalista y un funeral masivo por la muerte de una estrella del rap. Su vehículo es una lujosa y espaciosa limusina, equipada con pantallas de televisor y monitores de computadora, a prueba de balas y con pisos de mármol de Carrara.
En este día de abril del 2000, Packer está a punto de entrar en bancarrota, ya que invirtió todo su dinero -y el de los accionistas que confían en él- en una “apuesta” contra el yen japonés que sube sin parar. El protagonista pierde cantidades increíbles de dinero por apostar contra la subida del yen.
A lo largo del camino el protagonista se encuentra casualmente con su esposa en repetidas oportunidades, recibe visitas laborales y tiene encuentros sexuales con otras mujeres. Asimismo, Packer es acechado por dos hombres, "asesino pastelero" y una inestable "amenaza creíble".
Durante el recorrido entrará en contacto con distintas personas. Algunas entrarán en la limusina, como su asesora financiera, a quien encuentra corriendo por el parque al ser su día libre y con quien mantiene “singulares” relaciones sexuales mientras un médico le realiza una exploración prostática.
En otros casos es él quien abandona el vehículo, ya sea para comer con su esposa -poeta y, como él millonaria-, con quien lleva casado veintiún días , aunque todavía no han consumado el matrimonio, o para hacer el amor con antiguas amantes, por supuesto de forma más próxima al sadomasoquismo que al romanticismo. Y desde su insonorizada y blindada limusina observa el mundo: la gente por la calle, los turistas como borregos, los manifestantes protestando, alguien que se suicida quemándose a “lo bonzo”.
El interrogante respecto a Packer que DeLillo plantea en el primer párrafo de la novela, “¿Qué le quedaba en firme?”, se va progresivamente sustanciando en una devastadora respuesta nihilista. Packer ha alcanzado el poder, la riqueza, todo lo que esta sociedad parece señalar como la meta para los verdaderos triunfadores y sin embargo no le queda nada.
Y, efectivamente, Packer, encerrado en un narcisismo de tintes claramente nietzschianos, refleja al individuo preocupado exclusivamente por él mismo, ajeno a cualquier tipo de valor trascendente y viviendo el momento preciso y concreto.
Hace años, por ejemplo, que ni tan siquiera ha cruzado una mirada con quienes trabajan para él ni tan siquiera se había percatado del color de ojos de su mujer. Se trata de un mundo deshumanizado, “posmoderno”, en el más amplio sentido de la palabra.
Packer representa el triunfo de la voluntad personal; no en el sentido de sacrificio o tenacidad, sino en el de poder. El poder absoluto sobre los demás para imponer su propia voluntad. Ese concepto queda recalcado al analizar el motor argumental: un “caprichoso” viaje para cortarse el pelo -como su médico también el peluquero hubiera podido trasladarse a su domicilio o la limusina- en un día especialmente conflictivo por la visita del Presidente, y cuando está a punto de arruinarse él y los inversores que le confiaron su dinero. Packer decide cortarse el pelo y eso es lo único importante; aunque ponga en peligro su propia vida, nada en el mundo se lo impedirá.
El recorrido hacia la peluquería en el vehículo toma la forma de una especie de epopeya en la que cada uno de los obstáculos, cada uno de los encuentros aparentemente casuales reviste algún tipo de simbolismo. El final es obviamente trágico. Si bien Eric Packer es sinónimo de éxito y dinero, también lo es de la insatisfacción, la soledad, el deseo de posesión o la pérdida de identidad que implica tener ambos.
Packer tiene una enorme limousina con paneles de corcho para ahogar el estruendo de Nueva York, tiene un tiburón nadando en un gigantesco acuario en una de las paredes de su tríplex, tiene un bombardero nuclear ruso en un aeropuerto del desierto de Arizona a la espera de los repuestos inconseguibles que lo hagan volar, tiene una mujer poetisa y millonaria con la que no se acuesta, tiene varias amantes con las que sí se acuesta, tiene un par de guardaespaldas que lo adoran (y que le informan acerca de los avances en la investigación de una amenaza contra su vida) y tiene un último día de vida para reflexionar sobre los cómos y los porqués de su existencia privilegiada antes de ser asesinado por uno de sus ex empleados en busca de esa legitimación marca CNN que sólo se consigue con la violencia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario