miércoles, 30 de noviembre de 2016

La broma infinita de David Forster Wallace


Apareció el 1º de febrero de 1996. Tiene más de mil páginas. Está ambientada en un futuro en el que las grandes corporaciones patrocinan y dan nombre a los años. La narración está repleta de pies de página (388, para ser exactos), las cuales son un pequeño libro en sí mismo.
En esa sociedad futurista el calendario está regido por marcas comerciales, los cambios políticos han llevado a instaurar un totalitarismo ecológico y los grupos terroristas campan a sus anchas. Contiene diálogos divertidos e ingeniosos y consideraciones filosóficas diversas sobre la vida y el arte.
Su acción transcurre en un centro de rehabilitación para adictos a las drogas y en una academia de tenis de élite: la Academia de tenis Enfield, fundada por la familia Incandenza, y el centro de rehabilitación de drogas Ennet House.
La trama gira alrededor de un tenista adolescente, brillante tanto en sus estudios como en la práctica deportiva, perfil que encaja sin problemas en la figura del propio Wallace. Cuenta la caída de un grupo de personajes masculinos (los hermanos Incandenza, algo jodidos ya de por sí por un padre que estaba como una cabra, aunque no se sabe muy bien por qué demonios estaba tan mal de la olla y Don Gately (el tenista) en diversas adicciones y su progresivo hundimiento en unos Estados Unidos que excepto por unos pocos detalles accesorios se pueden identificar totalmente con los actuales.
A esto se suman dos agentes secretos canadienses, que -ubicados en el desierto de Arizona- buscan una película que se distribuye clandestinamente en videocasete. Esa película se llama, justamente, La broma infinita, y es literalmente mortal. Nadie la ha visto porque cualquiera que la ve se queda tan hipnotizado que no puede hacer nada salvo mirarla y termina por morir delante del televisor.
Por medio de un lenguaje en estado permanente de incandescencia, la novela lleva a cabo una sátira despiadada de nuestro tiempo, a la vez que un conmovedor escrutinio de la soledad del individuo en medio de una realidad que es mediatizada por los emporios televisivos y la tecnología.
Es absurda y a la vez realista. Trata enormes temas —como el agotamiento de la imaginación en una cultura bombardeada por incesantes entretenimientos vacuos, o las gigantescas dificultades de salir de la adicción — pero al mismo tiempo, es una novela cómica. La broma infinita es una apoteósica exhibición de la capacidad para conectar significados, palabras e informaciones.

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