miércoles, 23 de noviembre de 2016

Diarios de Kurt Cobain

El cantante y guitarrista de Nirvana, el más exitoso grupo de grunge estadounidense, escribió entre 1988 y 1994 (año de su suicidio) sus reflexiones cotidianas y sus deseos más secretos: todo aparece minuciosamente registrado en los Diarios.
El material recopila seis años de cartas no enviadas, dibujos, notas manuscritas, comentarios humorísticos, reseñas inventadas, diatribas de rockero malhumorado y bocetos en los que expone sus ideologías antimaterialistas y anticonsumistas y los problemas de adicción a las drogas.
Kurt Cobain aparece autorretratado como un muchacho sensible, acomplejado y enojado con el mundo, y que halla en la música un único motivo para la esperanza. La imagen que Cobain deja registrada en su diario, que culmina el día 4 de marzo de 1994 (un día antes de su primer intento de suicidio en un hotel en Roma, apenas un mes antes de su muerte), es la de un joven de 27 años que concreta su sueño, pero que se siente culpable por haber abandonado sus raíces y a sus verdaderos amigos.
En los diarios de Kurt Cobain no hay días, no hay horas, ni hay fechas. Al abrir el diario, desde la primera línea, Kurt advierte que no los lean en su ausencia. La sensación voyerista te atrapa. Leerlos es fascinante, aunque provocan una sensación ambigua, de curiosidad malsana y de cierta culpabilidad. Son, después de todo, los papeles privados de un muerto. Respetar a Kurt y su privacidad es lo adecuado, pero si no quería que leyeran sus escritos, debió haberlos quemado antes de matarse.
El escrito tiene muy pocos tachones. Con un lenguaje fluido que describe, por ejemplo, el acto de abrir los ojos con dificultad. En otro escrito, Kurt hace un testimonio directo al estilo Hunter Thompson sobre una estudiante en el instituto Lakeside de Aberdeen que, según los demás, era retrasada porque nunca hablaba. Kurt no pudo volver a clase durante una semana por una fallida experiencia sexual que tuvo con esta “retrasada”.
La obsesión más notable en sus escritos son las drogas. Igual que su ídolo Burroughs, Kurt quería explorar distintas sustancias psicoactivas, para aliviar un fuerte dolor estomacal del que los médicos no tenían conocimiento; un dolor que lo había hecho pensar constantemente en el suicidio.
A medida que avanzan las páginas de sus diarios, se nota una escritura más seria y centrada, más orientada al ensayo. En los escritos durante la gira Europea de Nirvana, de febrero a marzo de 1994 (realizados en el Hotel Villa Magna de Madrid), Cobain analiza su problema con las drogas como una enfermedad adictiva de la que le es muy difícil salir.
Cobain expone constantemente su rechazo a las revoluciones, su postura en contra del sistema consistió en infiltrarse en él y a partir de ahí derrocarlo. Irónicamente, Cobain logró su cometido pero el sistema domesticó su manifiesto y movimiento y lo vació totalmente de sentido; el grunge se convirtió paulatinamente en un simple espectáculo de la industria con el único afán de vender.
La prensa atacó sin piedad a Cobain por ser el foco mediático, el intérprete no supo lidiar con la presión, su adicción a las drogas y sus eternos demonios de la depresión lo llevaron al abismo; al respecto, él comentó: “¡Dios santo, no soporto el éxito! ¡El éxito! ¡Me siento tan increíblemente culpable! Por haber abandonado a mis verdaderos colegas, a los que son fieles de verdad, a los que ya nos seguían hace unos años”.
Lo que vienen a demostrar estos Diarios es que el misterio del dolor ajeno es imposible de develar, aun cuando las reflexiones más íntimas estén al alcance de la mano. Quizás, su esposa, Courtney Love –que editó el material– se haya quedado con los textos más fuertes. Por ejemplo, no se incluye aquí la nota suicida que Cobain dejó antes de volarse la cabeza en Seattle.
Estos Diarios no son tan inquietantes como pretenden las reseñas y el pataleo indignado de los fans. Son crudos, a menudo graciosos, muchas veces predecibles, ingenuos, trágicos. Es notable que meses antes del suicidio, Cobain todavía planeara la estética de los videoclips de Nirvana, por ejemplo. Cobain parece lúcido y tonto, furioso y triste, irónico y esperanzado, como probablemente lo parecería cualquier persona si leyéramos los papeles que borroneó en momentos de catarsis o de aburrimiento.
En uno de sus últimos escritos, registrado en el hotel Excelsior de Roma el 3 de marzo (un día antes de intentar suicidarse), la caligrafía de Kurt es desaliñada, las curvas bruscas, y los cambios de tamaño en las letras delatan un estado interno conflictivo. Kurt ha pasado más tiempo en hoteles, viendo restos televisivos, que socializando. Escribe una crítica irónica contra la televisión, los actores, el show de Larry King. Y al día siguiente, entra en estado de coma por una sobredosis.
Al recuperarse, no hubo escritos después de su salida del hospital de Roma. La frase: “Me odio y me quiero morir”, que reiteraba como un mantra en sus últimos escritos, siguió en su cabeza hasta el día en el que se anunció que Kurt Cobain, el músico más influyente de su generación, se había pegado un tiro en su casa de Seattle, a los 27 años de edad.
A finales de marzo de 1994, había entrado en una clínica de desintoxicación en el Centro de Recuperación Exodus de Marina del Rey (California), después de varias negativas. El 1 de abril, huyó del centro y no se tuvieron más noticias de él. Su esposa contrató al detective privado Tom Grant para hallar su paradero. El 8 de abril de 1994, el cuerpo de Cobain fue encontrado en su casa de Seattle por un electricista. Una foto muestra al cadáver tendido en el piso con una mano firmemente aferrada a un rifle sobre su pecho y el rostro destrozado. La fecha de defunción estimada por los expertos fue el 5 de abril de 1994. La causa oficial es la de un suicidio por impacto de bala, precedido de un fuerte consumo de heroína.

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