El diario de Jack Kerouac entre 1947 y 1954 (subtitulado Un mundo llevado por el viento) incluye dos libros muy distintos.
El primero está dedicado a la escritura de “El pueblo y la ciudad” , extensa novela dedicada a Lowe, la ciudad natal de Kerouac, más bien naturalista y muy distinta del resto de su obra. Es cronológico y mezcla las dudas y seguridades de alguien que aún no ha publicado, con los incontables detalles de su vida cotidiana. Vive en ese entonces con la madre (Memère), en Ozon Park (una zona de Queens), trabaja como un galeote en su novela (registrando el número de páginas que va escribiendo). Como descanso viaja a la cercana Manhattan, donde lleva una vida de reuniones, borracheras y relaciones sexuales y/o sentimentales. El 9 de septiembre de 1948 dice por fin claramente: "El libro está terminado", y el diario sobre él termina.
El segundo abarca el proceso de escritura de En el camino de un modo más inestable. No sólo porque viaja, interviene como cómplice para ocultar el arma en el asesinato que ejecuta su amigo Lucien Carr, y se casa (para salvarse de la cárcel). Por otra parte se desplaza una y otra vez por el mapa, con la presencia repetida de Neal Cassady. Además recala unos meses en Denver, a la espera de su familia, y apunta detalles abundantes sobre dicho territorio. "Tengo otra novela en mente," escribió en agosto de 1948, "En el camino, sobre la que no paro de pensar: dos tipos haciendo autoestop hasta California en busca de algo que no encuentran y perdiéndose a sí mismos en el camino, regresando con una esperanza de algo más".
La principal leyenda que demuelen ediciones como la de los Diarios o la de las Cartas con Ginsberg es el supuesto puro flujo espontáneo con que Kerouac habría escrito En el camino en tres semanas, representado a la perfección por el "rollo" ininterrumpido de papel que sería el único original "fiel", con los nombres propios reales. En los diarios, la escritura de En el camino tiene numerosas instancias previas y se va construyendo de a poco, con varios cambios de dirección.
Una contradicción permanente, un movimiento a veces simultáneo de atracción/rechazo aparece con sus compañeros más cercanos. Además de amigos como Lucien Carr (quien había matado hacía un tiempo a David Kammerer, lo que puso en aprietos legales a Kerouac) o John Holmes, veía a menudo a Allen Ginsberg o a William Burroughs, dos pesos pesados. Pero a veces le costaba: “Acabé envuelto en una discusión sin sentido con Burroughs y Ginsberg, sobre psicoanálisis y "horror", y me perdí el partido de fútbol. Ellos todavía siguen embalados con las mismas cuestiones de hace un año, o dos. A todos nos gusta cocernos en el mismo caldo año tras año, incluso a mí”.
Más adelante se centra en Ginsberg: "él intenta hacerse el avispado, hasta que lo acapara la tristeza y habla sin argucias intelectuales". Ya en 1948 se pregunta cómo puede ayudar a un hombre que nunca se detiene y nunca quiere descansar, y siempre lo acusa "de estúpido porque a mí me gusta descansar de vez en cuando y porque me siento bien conmigo mismo ocasionalmente, y porque creo en el trabajo, y me gustan las cosas y la gente de vez en cuando. Algún día me quitaré mi máscara y lo diré todo sobre quién es Ginsberg en realidad". A lo largo de los diarios, Kerouac deja entrever esta relación de amor-odio hacia Allen Ginsberg y un cinismo generalizado hacia todo lo que representaba la generación beat que él mismo ayudó a definir.
En cuanto a Burroughs, era el mayor de ellos, el más extraño, una especie de "tío raro", y lo veían con mayor respeto incluso por sus experiencias extremas (como haber matado a su pareja de un tiro, jugando a ser Guillermo Tell). De todos modos, reconoce que se siente más cómodo con John Holmes: "No me siento conscientemente involucrado con él como con Burroughs, digamos, (a quien le temo), y le temo a Burroughs porque él me teme a mí".
Sin discusión “la mujer” en la vida de Kerouac fue la madre, que lo acompañó hasta el final y con quien hablaba a menudo.
A Kerouac lo obsesiona encontrar a la mujer de su vida con la que tener hijos y formar una familia. Vivir en un lugar tranquilo y dedicarse de por vida a escribir. Su madre, Gabrielle-Ange Lévesque, no lo deja en paz. Ni en sus pensamientos ni en sus actos. La piensa todo el tiempo. Ella es influyente. No quiere que se junte con determinados amigos: Allen Ginsberg, Neal Cassady, John Clellon Holmes, Herbert Huncke y William S. Burroughs no son buena compañía.
A Kerouac lo obsesiona encontrar a la mujer de su vida con la que tener hijos y formar una familia. Vivir en un lugar tranquilo y dedicarse de por vida a escribir. Su madre, Gabrielle-Ange Lévesque, no lo deja en paz. Ni en sus pensamientos ni en sus actos. La piensa todo el tiempo. Ella es influyente. No quiere que se junte con determinados amigos: Allen Ginsberg, Neal Cassady, John Clellon Holmes, Herbert Huncke y William S. Burroughs no son buena compañía.
A final termina dándole la razón a su madre: “He sido necio, mentiroso y presumiblemente débil al fingir que era amigo de todas estas personas -Ginsberg, Joan, Carr, Kammerer, algunos otros también- cuando desde siempre todos hemos sabido que nos caemos mal y que estamos gesticulando sin pausa en una comedia de malicia”.
Descontento y cargado de dudas, inclemente consigo mismo, Kerouac llega a aborrecer su propia condición de hombre blanco y escribe: "Lo que me ofrece el mundo blanco no es suficiente para mí. Desearía ser un negro, cualquier cosa menos un hombre blanco desilusionado por lo mejor de su propio mundo blanco. Desearía cambiarme por los negros de América, felices, auténticos y estáticos". Más adelante, llega a decir que "el futuro de América reside en los negros".
Los diarios incluyen bastante material sobre mujeres, desde relaciones complejas (como el triángulo con Neal Cassady y Louanne, o luego con Carolyn Cassady e hijos) hasta pasiones (e idealizaciones salvajes) sucesivas. A veces con momentos violentos, como cuando Neal muele a golpes a Louanne, ante él y Lucien Carr, y comenta: "Estoy desilusionado, pero interesado en este salvajismo de Neal".
La relación de Kerouac y Cassady es la historia de la atracción irresistible del escritor hacia un vividor que a los 18 años había estado tres veces en el reformatorio y robado 500 coches. Cassady se convirtió en el verdadero motor de un fenómeno cultural influenciado por el movimiento dadá, Gertrude Stein, E.E. Cummings, Henry Miller, el panteísmo de Walt Whitman y el pensamiento de Thoreau. En febrero de 1968, Cassady fue encontrado sin vida junto a la vía del ferrocarril, a consecuencia de una mezcla de drogas y alcohol. Había pasado dos años en la prisión de San Quintín y recorrido el país en autobús junto a Ken Kesey, repartiendo ácido gratuitamente.
Totalmente alcoholizado, Kerouac le sobrevivió 21 meses. Murió el 21 de octubre de 1969, a los 47 años de edad, de una hemorragia abdominal masiva, consecuencia de sus excesos con el alcohol, pero su carrera hacia la autodestrucción había comenzado mucho antes. Nunca despertó de la operación a la que fue sometido para detener la hemorragia producto de una cirrosis.
Los diarios (más de 200 volúmenes) fueron mantenidos bajo llave en una bóveda en Lowell, Massachusetts, por estrictas instrucciones de la viuda de Kerouac, quien pidió que los manuscritos no vieran la luz hasta después de su muerte, que ocurrió en 1990.
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