Neal Leon Cassady formó con Jack Kerouac y Allen Ginsberg la
santísima trinidad beatnik. Su vida fue la persistente construcción de un icono
de la cultura norteamericana: carreteras, drogas, escritura espontánea y vida
nómade. Era el tipo perfecto para la ruta porque de hecho había nacido en la
ruta, cuando sus padres pasaban, en 1926, por Salt Lake City, camino a Los
Angeles.
Fue su vida, y no su obra, la que lo convirtió en el
prototipo beat por excelencia. Para Cassady, ser un literato era una empresa
estéril, vivir en la especulación. Porque escribir implica pensar, descifrar,
analizar, seleccionar, en definitiva: quietud, formas educadas de no ser, una
ontología sedentaria para un hombre que encarnó la necesidad de andar,
desplazarse, vaguear, conquistar nuevas fronteras; un nómade que sólo conseguía
matar su dolor interior con el movimiento, y por eso Neal eligió la acción. Y
aunque soñaba con ser escritor, Cassady entendía que su papel en las letras
estaba detrás del volante de algún bólido motorizado.
Listo y precoz, Neal creció junto a su padre –un peluquero
ocasional y borracho permanente– en el Skylark, un andrajoso hotel de los
suburbios de Denver. Su infancia fue un infierno que tuvo a los reformatorios
estatales como escenografía indeseada. La pasión por leer a Proust y
Schopenhauer se mezclaba en aquellos años con su milagrosa habilidad para abrir
autos ajenos, con los que después volaba por la ruta hasta la siempre dorada
California. Su familia era pobre, la gente del suburbio de Denver era pobre,
todo el país era pobre durante la década del treinta. Con la preparatoria a
medio camino, y sin un futuro asegurado, Neal deja Denver y consigue trabajo
estacionando coches en Los Angeles.
Viajó de aquí para allá con su padre, quiso ser escritor,
volvió a viajar, soñó, robó coches, sufrió la cárcel, escribió frenéticas
cartas, volvió a viajar de costa a costa norteamericanas, se emborrachó cuantas
veces pudo, deliró con el be bop, se elevó con todos los psicotrópicos que tuvo
a la mano, chocó varias veces, inspiró novelas y poemas y escribió un libro
autobiográfico: “El primer tercio”, su único esfuerzo literario, en donde
relata los pormenores de sus primeros treinta años de vida. Del libro sólo
completó el prólogo y tres partes del primer volumen de su historia. Es un
relato pormenorizado de sus tremendos y terribles primeros años que
transcurrieron entre miserias, por los barrios bajos de Denver. Está compuesto
por una serie de escritos de Neal antes de que conociese a Kerouac y Ginsberg
(lo que podríamos llamar "el segundo tercio" de su vida), ya que el
tercero nunca lo llegó a vivir.
Neal Cassady es la persona que más libros inspiró y
protagonizó en la literatura universal del siglo XX. No tenía tiempo para
escribir: tenía que correr de un lado a otro, saltar de cama en cama y de bar
en bar para que otros intentaran seguir su ritmo y retratarlo o aludirlo en un
montón de libros famosos. Pero a los beats la inspiración que Neal Cassady les
dio no les vino sólo del individuo excepcional sino que les vino también de su
capacidad de contar y divagar sin aburrir, y del estilo libre y torrencial de
las extensas cartas que les escribía.
Luego de otra corta temporada tras las rejas, donde había
comenzado a escribir esas cartas de prosa rápida y agresiva de fluir neo-joyceano,
Cassady decide cruzar el mapa norteamericano y se instala en Nueva York con su
quinceañera mujer. Un amigo suyo llamado Hal Chase, se había mudado a la
Universidad de Columbia, Neal fue a visitarlo en diciembre de 1946. Fue allí
donde conoció a Kerouac y Ginsberg, la plana mayor de la futura Generación
Beat.
Neal impactó a Jack desde el primer encuentro, que tuvo
lugar en una buhardilla del Harlem hispano en Nueva York, a la que acudió
acompañado por Hal Chase, quien le había dicho que el tal Cassady era un
iluminado. Quizá es por ello que Kerouac imaginó que un convicto experto en
filosofía sólo podía ser una especie de freak ilustrado o “una criatura con
síndrome de visionario”. Pero estaba equivocado. El que abrió la puerta de
aquel lugar fue un tipo que inspiraba miedo, con ojos azules marcados por
signos de un pasado presidiario y que, totalmente desnudo, los recibió con una
charla interesante con dejes de la vulgaridad proletaria, condición que le
persiguió toda la vida.
En Nueva York, Jack y Neal vagabundearon por Times Square haciendo
payasadas al estilo “Los Tres Chiflados” Corrían como locos por las calles para
ir al cine a ver las aventuras de Moe, Larry y Curly, y después, durante las
largas noches de be bop y benzedrina, imitaban como niños los gags de los
Stooges.
En marzo de 1947, Neal, de regreso en Denver, le escribe a
Kerouac una carta en la que le detalla sus intentos de seducir a dos mujeres. Y
luego otra de más de 100 carillas titulado “The Great Sinner”. En ella un Neal
completamente pasado de anfetaminas describía su visita a Denver, la ciudad de
su infancia y por donde vagaba su padre, “ese fantasma solitario alcoholizado”.
Cuentan que luego de leerla con Ginsberg, confiaron el texto a un tal Gerd
Stern, un chico que vivía en una barcaza amarrada en el puerto de Sausalito,
cerca de San Francisco. Esta carta, que se creyó perdida hasta hace pocos años,
era considerada para Kerouac como “el mejor escrito de Estados Unidos del siglo
XX”.
Con sus cartas, Neal hizo pedazos la mentalidad racional y
hogareña del futuro rey de los beats (Kerouac). Neal despertó a Jack del
letargo creativo en que vivía poco antes de escribir “En el camino”. Jack siempre
dijo que su espontánea prosa estaba moldeada en el estilo de escribir las
cartas de Neal.
Neal da la impresión de no parar nunca y siempre está listo
para lanzarse nuevamente a la ruta. Estuvo en la prisión de San Quintín, de
1958 a 1960. En parte, esto se debió a la notoriedad que cobró cuando en 1957
se publicó la novela de Kerouac "En el camino", donde Neal era el ya
mítico Dean Moriarty. La policía antinarcóticos lo vigiló a sol y sombra y, en
1958, fue arrestado por dos agentes a los que intentó venderles tres
cigarrillos de marihuana. Durante esos dos largos años de carcel, Neal pasó el
tiempo escribiendo cartas a su esposa Carolyn.
Carolyn Cassady conoció al poeta beat Neal Cassady, que
entonces estaba casado con Lu Anne
Henderson (la inspiración para el personaje principal femenino de En la
carretera), cuando era profesora auxiliar en Denver en 1946. Neal Cassady dejó
a Lu Anne (Carolyn estaba embarazada de la primera hija del matrimonio) y se
casó con ella, marchándose ambos a vivir a San Francisco donde el poeta
trabajaba en la Southern Pacific Railroad.
Tras el nacimiento de esa primera hija, Neal Cassady decidió
tomar un coche e irse con Lu Anne al encuentro de Jack Kerouak. Aunque Carolyn
Cassady amenazó con el divorcio, nunca llegaron a divorciarse y tras el fin de
ese viaje volvieron a vivir juntos. Quedaban por delante 15 años de matrimonio,
en los que Carolyn Cassady tuvo que criar a sus tres hijos y tolerar los viajes
y relaciones del poeta beat.
En los ’60, mientras Kerouac caía en el alcoholismo, Neal
comenzó una nueva serie de andanzas por la carretera, esta vez con el joven
novelista Ken Kesey como partenaire. Neal comenzó una nueva serie de aventuras
por el camino, esta vez con Ken Kesey, en lugar de con Kerouac. Cuando Kessey
organizó un viaje hacia la Feria Mundial de Nueva York en un ómnibus
psicodélico denominado "Furthur", Cassady era el chofer. Cuando Kesey
y Cassady estuvieron en Nueva York, una fiesta fue organizada para que Kesey y
Kerouac se conocieran, pero el encuentro no anduvo bien, no sólo porque Cassady
y Jack ya estaban caminando en veredas opuestas, sino también porque Jack se
enfadó con una persona que se mofó de la bandera norteamericana. Entonces la
enrolló y abandonó la fiesta.
Para mitad de la década, Neal comienza a seguir las teorías
de Edgar Cayce, un místico de californiano que trataba de demostrar
científicamente la reencarnación, y decide quedarse con su eterna Carolyn en
Los Gatos, un suburbio cercano a San José, trabajando en el ferrocarril.
En los 60, Carolyn se divorció de Neal Cassady, que rompió
con la vida familiar y empezó el declive final. Sus últimos años los pasó de
aquí para allá, como siempre, nomadismo que lo llevaba de San Francisco a Nueva
York y de México a Denver. Luego de deambular por México, después de una noche
de fiesta salvaje, durante el invierno de 1968, Neal muere, a los 41 años,
cuando vagaba por los rieles desiertos del ferrocarril, en una desolada meseta
de San Miguel de Allende. Una muerte polvorienta y agitada, en su propia ley. Cassady
iba por los rieles desiertos de las vías, intentando caminar 50 millas hasta el
pueblo más próximo. Se durmió con tan sólo una camisa y un jean. Era una noche
fría y lluviosa. El frio y la sobredosis de barbitúricos lo hizo perder la
carretera para siempre. Cassady fue encontrado al costado de los rieles a la
mañana siguiente. Estaba en estado de coma y murió en el hospital ese mismo
día.
Un año después, en San Petersburgo, Florida, la cirrosis
despistó también a Jack Kerouac.
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