lunes, 21 de noviembre de 2016

Neal Cassady


Neal Leon Cassady formó con Jack Kerouac y Allen Ginsberg la santísima trinidad beatnik. Su vida fue la persistente construcción de un icono de la cultura norteamericana: carreteras, drogas, escritura espontánea y vida nómade. Era el tipo perfecto para la ruta porque de hecho había nacido en la ruta, cuando sus padres pasaban, en 1926, por Salt Lake City, camino a Los Angeles.

Fue su vida, y no su obra, la que lo convirtió en el prototipo beat por excelencia. Para Cassady, ser un literato era una empresa estéril, vivir en la especulación. Porque escribir implica pensar, descifrar, analizar, seleccionar, en definitiva: quietud, formas educadas de no ser, una ontología sedentaria para un hombre que encarnó la necesidad de andar, desplazarse, vaguear, conquistar nuevas fronteras; un nómade que sólo conseguía matar su dolor interior con el movimiento, y por eso Neal eligió la acción. Y aunque soñaba con ser escritor, Cassady entendía que su papel en las letras estaba detrás del volante de algún bólido motorizado.

Listo y precoz, Neal creció junto a su padre –un peluquero ocasional y borracho permanente– en el Skylark, un andrajoso hotel de los suburbios de Denver. Su infancia fue un infierno que tuvo a los reformatorios estatales como escenografía indeseada. La pasión por leer a Proust y Schopenhauer se mezclaba en aquellos años con su milagrosa habilidad para abrir autos ajenos, con los que después volaba por la ruta hasta la siempre dorada California. Su familia era pobre, la gente del suburbio de Denver era pobre, todo el país era pobre durante la década del treinta. Con la preparatoria a medio camino, y sin un futuro asegurado, Neal deja Denver y consigue trabajo estacionando coches en Los Angeles.

Viajó de aquí para allá con su padre, quiso ser escritor, volvió a viajar, soñó, robó coches, sufrió la cárcel, escribió frenéticas cartas, volvió a viajar de costa a costa norteamericanas, se emborrachó cuantas veces pudo, deliró con el be bop, se elevó con todos los psicotrópicos que tuvo a la mano, chocó varias veces, inspiró novelas y poemas y escribió un libro autobiográfico: “El primer tercio”, su único esfuerzo literario, en donde relata los pormenores de sus primeros treinta años de vida. Del libro sólo completó el prólogo y tres partes del primer volumen de su historia. Es un relato pormenorizado de sus tremendos y terribles primeros años que transcurrieron entre miserias, por los barrios bajos de Denver. Está compuesto por una serie de escritos de Neal antes de que conociese a Kerouac y Ginsberg (lo que podríamos llamar "el segundo tercio" de su vida), ya que el tercero nunca lo llegó a vivir.

Neal Cassady es la persona que más libros inspiró y protagonizó en la literatura universal del siglo XX. No tenía tiempo para escribir: tenía que correr de un lado a otro, saltar de cama en cama y de bar en bar para que otros intentaran seguir su ritmo y retratarlo o aludirlo en un montón de libros famosos. Pero a los beats la inspiración que Neal Cassady les dio no les vino sólo del individuo excepcional sino que les vino también de su capacidad de contar y divagar sin aburrir, y del estilo libre y torrencial de las extensas cartas que les escribía.

Luego de otra corta temporada tras las rejas, donde había comenzado a escribir esas cartas de prosa rápida y agresiva de fluir neo-joyceano, Cassady decide cruzar el mapa norteamericano y se instala en Nueva York con su quinceañera mujer. Un amigo suyo llamado Hal Chase, se había mudado a la Universidad de Columbia, Neal fue a visitarlo en diciembre de 1946. Fue allí donde conoció a Kerouac y Ginsberg, la plana mayor de la futura Generación Beat.

Neal impactó a Jack desde el primer encuentro, que tuvo lugar en una buhardilla del Harlem hispano en Nueva York, a la que acudió acompañado por Hal Chase, quien le había dicho que el tal Cassady era un iluminado. Quizá es por ello que Kerouac imaginó que un convicto experto en filosofía sólo podía ser una especie de freak ilustrado o “una criatura con síndrome de visionario”. Pero estaba equivocado. El que abrió la puerta de aquel lugar fue un tipo que inspiraba miedo, con ojos azules marcados por signos de un pasado presidiario y que, totalmente desnudo, los recibió con una charla interesante con dejes de la vulgaridad proletaria, condición que le persiguió toda la vida.

En Nueva York, Jack y Neal vagabundearon por Times Square haciendo payasadas al estilo “Los Tres Chiflados” Corrían como locos por las calles para ir al cine a ver las aventuras de Moe, Larry y Curly, y después, durante las largas noches de be bop y benzedrina, imitaban como niños los gags de los Stooges.

En marzo de 1947, Neal, de regreso en Denver, le escribe a Kerouac una carta en la que le detalla sus intentos de seducir a dos mujeres. Y luego otra de más de 100 carillas titulado “The Great Sinner”. En ella un Neal completamente pasado de anfetaminas describía su visita a Denver, la ciudad de su infancia y por donde vagaba su padre, “ese fantasma solitario alcoholizado”. Cuentan que luego de leerla con Ginsberg, confiaron el texto a un tal Gerd Stern, un chico que vivía en una barcaza amarrada en el puerto de Sausalito, cerca de San Francisco. Esta carta, que se creyó perdida hasta hace pocos años, era considerada para Kerouac como “el mejor escrito de Estados Unidos del siglo XX”.

Con sus cartas, Neal hizo pedazos la mentalidad racional y hogareña del futuro rey de los beats (Kerouac). Neal despertó a Jack del letargo creativo en que vivía poco antes de escribir “En el camino”. Jack siempre dijo que su espontánea prosa estaba moldeada en el estilo de escribir las cartas de Neal.

Neal da la impresión de no parar nunca y siempre está listo para lanzarse nuevamente a la ruta. Estuvo en la prisión de San Quintín, de 1958 a 1960. En parte, esto se debió a la notoriedad que cobró cuando en 1957 se publicó la novela de Kerouac "En el camino", donde Neal era el ya mítico Dean Moriarty. La policía antinarcóticos lo vigiló a sol y sombra y, en 1958, fue arrestado por dos agentes a los que intentó venderles tres cigarrillos de marihuana. Durante esos dos largos años de carcel, Neal pasó el tiempo escribiendo cartas a su esposa Carolyn.

Carolyn Cassady conoció al poeta beat Neal Cassady, que entonces estaba casado con  Lu Anne Henderson (la inspiración para el personaje principal femenino de En la carretera), cuando era profesora auxiliar en Denver en 1946. Neal Cassady dejó a Lu Anne (Carolyn estaba embarazada de la primera hija del matrimonio) y se casó con ella, marchándose ambos a vivir a San Francisco donde el poeta trabajaba en la Southern Pacific Railroad.

Tras el nacimiento de esa primera hija, Neal Cassady decidió tomar un coche e irse con Lu Anne al encuentro de Jack Kerouak. Aunque Carolyn Cassady amenazó con el divorcio, nunca llegaron a divorciarse y tras el fin de ese viaje volvieron a vivir juntos. Quedaban por delante 15 años de matrimonio, en los que Carolyn Cassady tuvo que criar a sus tres hijos y tolerar los viajes y relaciones del poeta beat.

En los ’60, mientras Kerouac caía en el alcoholismo, Neal comenzó una nueva serie de andanzas por la carretera, esta vez con el joven novelista Ken Kesey como partenaire. Neal comenzó una nueva serie de aventuras por el camino, esta vez con Ken Kesey, en lugar de con Kerouac. Cuando Kessey organizó un viaje hacia la Feria Mundial de Nueva York en un ómnibus psicodélico denominado "Furthur", Cassady era el chofer. Cuando Kesey y Cassady estuvieron en Nueva York, una fiesta fue organizada para que Kesey y Kerouac se conocieran, pero el encuentro no anduvo bien, no sólo porque Cassady y Jack ya estaban caminando en veredas opuestas, sino también porque Jack se enfadó con una persona que se mofó de la bandera norteamericana. Entonces la enrolló y abandonó la fiesta.

Para mitad de la década, Neal comienza a seguir las teorías de Edgar Cayce, un místico de californiano que trataba de demostrar científicamente la reencarnación, y decide quedarse con su eterna Carolyn en Los Gatos, un suburbio cercano a San José, trabajando en el ferrocarril.

En los 60, Carolyn se divorció de Neal Cassady, que rompió con la vida familiar y empezó el declive final. Sus últimos años los pasó de aquí para allá, como siempre, nomadismo que lo llevaba de San Francisco a Nueva York y de México a Denver. Luego de deambular por México, después de una noche de fiesta salvaje, durante el invierno de 1968, Neal muere, a los 41 años, cuando vagaba por los rieles desiertos del ferrocarril, en una desolada meseta de San Miguel de Allende. Una muerte polvorienta y agitada, en su propia ley. Cassady iba por los rieles desiertos de las vías, intentando caminar 50 millas hasta el pueblo más próximo. Se durmió con tan sólo una camisa y un jean. Era una noche fría y lluviosa. El frio y la sobredosis de barbitúricos lo hizo perder la carretera para siempre. Cassady fue encontrado al costado de los rieles a la mañana siguiente. Estaba en estado de coma y murió en el hospital ese mismo día.

Un año después, en San Petersburgo, Florida, la cirrosis despistó también a Jack Kerouac.

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