Juan Moreira narra la historia de un campesino criollo habitante del partido de Las Matanzas (actual La Matanza, cordón industrial de Buenos Aires). La persecución de la que es objeto por parte de los hombres que representan la Justicia, su iniciación en el camino del crimen y la correlativa pérdida del sentimiento de integración social. Ambos enfatizan la entereza del héroe, su coraje, su dignidad y su amor por la libertad. Destacan el gusto por el trabajo, la afición al canto, el apego a la vida familiar y el culto a la amistad.
La vida de Juan Moreira estuvo llena de injusticias y se la ha considerado como representativa de las sufridas por el gaucho argentino, injusticias que lo llevarían a la muerte en abril de 1874 en Lobos. Durante cerca de treinta años Moreira llevó una vida tranquila, dedicando su tiempo al trabajo rural hasta conseguir su propio rancho, unas cuantas cabezas de ganado vacuno y algunas hectáreas de campo que destinó a la siembra.
Era una hombre alto y fornido que tomaba poco alcohol y no frecuentaba las pulperías; tenía buenos modales y era habilidoso con la guitarra, motivo por el cual era bien visto por "la Vicenta", de quien se enamoró y con quien se casó, contando con el pleno consentimiento del padre de Vicenta, un hombre muy respetado.
El casamiento con Vicenta sería el inicio de todos sus problemas ya que el Teniente Alcalde de la zona –conocido como Don Francisco- también estaba enamorado de ella y empezó a perseguirlo acusándole de hechos injustificables. La primera multa que recibió de Don Francisco fue por la fiesta de la noche de bodas sin la autorización del Teniente Alcalde, por lo que tuvo que pagar 500 pesos.
En aquel momento Moreira le había prestado a Sardetti, el almacenero del pueblo, unos 10.000 pesos que éste usaría para la compra de frutos del país; Sardetti no devolvía lo prestado por lo que Moreira –sin documentación que lo avalara- presentó la denuncia ante el Teniente Alcalde. No se sabe con certeza si Sardetti y Don Francisco se habían puesto en acuerdo, pero Sardetti negó la deuda y Moreira fue castigado con 48 horas de "cepo" (detención) acusado de reclamar lo que no era suyo.
Moreira, indignado por la situación, le juró a Sardetti una puñalada por cada mil pesos que le debía. Cumplió su promesa en un duelo a cuchillo en el propio almacén de Sardetti y a su regreso tuvo que pelear en su rancho contra Don Francisco y cuatro soldados que estaban allí para aprehenderlo. En el enfrentamiento Don Francisco y dos soldados resultaron muertos.
Fue a partir de este momento cuando empezó a ganar fama en la región. De este modo tuvo más peleas, las que siguió ganando, y muchas de las cuales eran desafíos de otros gauchos que querían probar su propia destreza. Con el tiempo empezó a trabajar como guardaespaldas de políticos a cambio de "limpiar su nombre", promesa que nunca fue cumplida.
Moreira tenía sólo un caballo bayo, un pequeño perro llamado "Cacique", un poncho, una facón y dos trabucos. Siempre dormía a cielo abierto con su perro "Cacique" que le servía de guardián y jamás desensillaba por si tenía que escapar. Recorrió las ciudades de Navarro, Las Heras, Lobos, 25 de Mayo y pasó algún tiempo en las tolderías del Cacique Coliqueo.
En abril de 1874 el juez de paz de Lobos, Casimiro Villamayor, por orden de Mariano Acosta, gobernador de la provincia de Buenos Aires, envía a 25 hombres que, al mando del comandante Bosch perteneciente a la policía de Buenos Aires, lo rodean en la almacén y pulpería "La Estrella", ubicada en lo que hoy es el Sanatorio Lobos en la intersección de las calles Chacabuco y Cardoner.
Juan Moreira decide ir a "La Estrella" con su amigo el gaucho Julián Andrade, aun sabiendo que estaba vigilado. En cuanto llegó, dos partidas policiales se prepararon para atraparlo: la de Lobos, dirigida por Pablo Berton, de la que formaba parte el famoso Sargento Chirino, y la enviada por el gobernador, al mando de Eulogio Varela y el comandante Bosch. Moreira dejó su caballo en el fondo detrás de una pared, listo en caso de necesitar escapar.
A las dos de la tarde llegó la partida y atrapó a Andrade. Moreira se vio entonces rodeado en la habitación, donde comenzó la lucha. Luego de enfrentarse con varios soldados y frente a frente con Varela, a quien hirió en una pierna, Moreira escapa de la habitación y salta al patio. Allí hirió a Berton en la mano y volvió a enfrentarse en duelo de sable y daga con Varela, a pesar de su herida. Embistiendo a los policías con su daga, tomó el patio y quedó a la vista de la pared del fondo, del otro lado del aljibe, sin saber que allí estaba escondido el Sargento Chirino. Y cuando ya había trepado casi la pared del fondo para escapar en su caballo, Chirino lo atravesó con su bayoneta, clavándolo a la pared.
“¡Ah!, ¡cobarde!, cobarde -murmuró, dejando caer la daga de entre los dientes-, a hombres como yo no se les hiere por la espalda, ¡no podés negar que sos justicia!” Clavado como estaba, Moreira alcanzó sin embargo a disparar a Chirino, hiriéndolo en un ojo. Liberado de la bayoneta, el gaucho malherido volvió a embestir a los policías, cayendo finalmente y muriendo con una sonrisa.
Moreira dejó un hijo, de igual nombre. Sus restos mortales se encuentran en el cementerio de Lobos.
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