Amar a una persona significa renunciar a otras que podrían
haber sido parte de nuestra vida, pero que deben quedar fuera porque en todo
amor hay una cierta exigencia de exclusividad. David Herbert Lawrence
(1885-1930) imaginó a un joven, Paul Morel, que debe renunciar a las mujeres de
las que se va enamorando ya que por encima de todas las cosas ama a una mujer
casada, con la que ni siquiera puede casarse, porque es su propia madre. Hijos
y amantes (1913) es la historia de una pasión, una pasión enfermiza: la que
según sus biógrafos, padeció el propio Lawrence, como tantos otros hombres que
posiblemente conozcamos, que viven sumidos en la paradoja de no poder elegir un
amor por amor.
Hijos y amantes retrata la historia de una familia en la
cuenca minera de Nottingham, y en especial de una mujer, Gertrude Morel, esposa
abnegada e inteligente, enérgica y vital. Casada con un hombre al que
desprecia, simple y trabajador, que en muchas ocasiones la maltrata, Gertrude
concibe cuatro hijos sobre los que vuelca todo su amor, en un ambiente de
permanente lucha con la pobreza, la fealdad y la mezquindad. Paul, el tercero
de sus hijos, nacerá en el peor momento en la relación del matrimonio: será el
hijo no deseado, el fruto de la resignación, el ser inocente que habrá que
proteger con el manto del cariño más profundo.
Gertrude puede concebirse como una gran heroína de novela:
pese a las adversas circunstancias, se va sobreponiendo a la vida sacando adelante
a sus hijos, minando a conciencia la autoridad de su marido, imponiendo su
justo criterio en cada decisión familiar. La vida de la familia parece
recluirse, se encoge y enmudece en cuanto aparece el padre. Ninguno de los
hijos lo quiere. La autoridad de la madre en el seno familiar es incontestable.
Pero los hijos crecen. Paul conseguirá pronto un trabajo en
una fábrica de aparatos ortopédicos. Es un chico alegre y espabilado, con dotes
artísticas para la pintura, con la que algún día piensa triunfar. Una noche,
Paul llegará un poco más tarde a cenar y él, inocentemente, le contará que
estuvo con una amiga. Con el tiempo, conocerá a Miriam, una chica de
temperamento romántico, y entre ellos se establecerá pronto una relación muy
estrecha, casi espiritual. Entonces la madre notará que se le encoge el
corazón. ¿Se truncará la carrera de su hijo? Un punto de angustia se instala en
su interior: sólo espera que se desarrolle y coseche el fruto de todo lo que
ella ha puesto en él.
A partir de ese momento, la novela dará un giro dramático.
Alejado de todo convencionalismo, D. H. Lawrence no nos mostrará a una madre
posesiva ni a un hijo pelele, sino una lucha dolorosa entre instinto y razón,
contada con una sensibilidad admirable. Sólo en pequeños gestos, en palabras
escasas y justas, veremos la sabia destreza de Gertrude por acaparar el amor de
su hijo. Por su parte, Paul, irá descubriendo poco a poco sus insospechadas
limitaciones con las mujeres: en los brazos de Miriam siente una intimidad
turbada que no le satisface porque, en el fondo, siente miedo de ella. ¿Por qué
se siente tan desgarrado, tan aturdido, incapaz de tomar una decisión sobre su
amor por Miriam? ¿Por qué sufre su madre en casa? ¿Y por qué siente la
necesidad de odiar a Miriam y le dan tantas ganas de mostrarse cruel con ella
cuando se acuerda de su madre? Si Miriam es la causa del sufrimiento de su
madre, tiene que aborrecerla. Sólo acierta a saber que ama a Miriam, y sin
embargo, no puede estar con ella. La impotencia frente al deseo, frente a una
poderosa exigencia de algo desconocido que habita en Paul, será precisamente el
límite que ninguna mujer alcanzará a traspasar en él.
En Hijos y amantes, la pasión será la gran protagonista, una
fuerza incomprensible que arrastra a Paul a un sacrificio inútil. Lo
extraordinario de esta novela es el perfecto estudio psicológico de los
personajes, con sus anhelos y sus contradicciones extremadamente definidos.
Estamos sin duda ante uno de los mejores análisis del complejo de Edipo que nos
ha deparado la literatura, pero ni siquiera en ese aspecto cae en ningún
momento en el tópico. El hijo se empleará a fondo en combatir a su madre, casi
tanto como se emplea en combatir a su novia. La madre deseará fervientemente
que Paul se enamore de una muchacha digna de ser su compañera. Y sin embargo,
un oscuro sentimiento impedirá romper el fuerte y obsesivo lazo entre madre e
hijo.