San Juan Evangelista era hijo de Zebedeo, un pescador de Galilea, y de Salomé, quien frecuentaba el círculo de discípulos de Jesús. Juan Evangelista fue, junto a su hermano San Santiago Apóstol, uno de los primeros apóstoles de Cristo. Jesús llamaba a Santiago y a Juan «hijos del trueno» por su carácter impetuoso. Ellos dos, junto con San Pedro, constituían el núcleo más íntimo del maestro. Fue San Juan Evangelista quien, con la Virgen María, se encontraba al pie de la cruz cuando murió Cristo.
Tras la resurrección de Jesús, San Juan Evangelista ocupó una posición relevante entre los discípulos. La historia posterior es incierta y se encuentra oscurecida por las leyendas. Se cree que fue responsable de la evangelización de Asia Menor, por lo cual recibió el castigo de los romanos.
San Juan escribió su Evangelio y sus Epístolas en Éfeso (Asia menor) y el Apocalipsis en la isla de Patmos, en el mar Egeo. La palabra griega apocalipsis es traducida como “revelación”. La palabra significa revelar, dar a conocer.
La primera sección está compuesta por las cartas dirigidas a siete iglesias de la provincia romana de Asia. La segunda sección está formada por una complicada serie de visiones, cuyo argumento se desarrolla en el cielo. Sobre este fondo se van revelando las cosas que han de acontecer al final de los tiempos, cuando Dios haga manifiesto el triunfo de su reino eterno.
Esquema del contenido:
1. Los mensajes a las siete iglesias
2. Los siete sellos
3. Las siete trompetas
4. Las señales simbólicas
5. Las siete copas
6. Las visiones del juicio
7. La nueva Jerusalén
1. Los mensajes a las siete iglesias
Está compuesta por las cartas dirigidas a siete iglesias de la provincia romana de Asia.
2. Los siete sellos
Juan describe una puerta abierta en el cielo y una invitación de una gran voz para “subir” con el fin de que se le muestren las cosas “que han de ser después de estas”. Juan vio al Padre sobre Su trono y a su alrededor hay 24 “tronos” más ocupados por “veinticuatro ancianos”.
El primer sello
Examinemos ahora el primer sello: “Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer”.
El segundo sello
Cuando se abre el segundo sello, aparece un caballo rojo: “Cuando abrió el segundo sello, salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada”
El tercer sello
El tercer sello se abre y aparece un caballo negro, símbolo del hambre: “Cuando abrió el tercer sello, salió un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino”.
El cuarto sello
La apertura del cuarto sello revela un caballo amarillo, el cual representa pestilencia o enfermedad: “Cuando abrió el cuarto sello, salió un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra”.
El quinto sello
La apertura del quinto sello no revela un caballo. En su lugar, da una breve visión en conjunto de los futuros problemas mundiales en la historia.
El sexto sello
A continuación viene el sexto sello: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento”.
El séptimo sello
“Cuando abrió el séptimo, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas”.
Un ángel diferente tomó un incensario “…y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto”.
3. Las siete trompetas
Las siete trompetas son el “contenido” del séptimo sello.
Trompeta 1
La primera trompeta causa granizo y fuego mezclado con sangre, que destruye mucha de la vida vegetal en el mundo. Los incendios irán en aumento en todo el mundo y un tercio de los árboles y los bosques serán quemados. Todos los campos verdes, cultivos y pasto serán quemados.
Trompeta 2
La segunda de las siete trompetas trae lo que parece ser un gran meteorito que se precipita en el mar, causando la muerte de mucha de la vida marina del mundo. Juan describe algo así como que una gran montaña que arde arroja fuego al mar. La tercera parte del mar se convertirá en sangre y como un tercio de las criaturas del mar morirán. La tercera parte de las naves en el mar serán destruidas.
Trompeta 3
Una estrella gigante cae del cielo, ardiendo como una antorcha. La tercera parte de las aguas dulces en la tierra se volverá amarga. Muchas personas beberán el agua envenenada y morirán. La tercera trompeta es similar a la segunda trompeta, excepto que afecta los lagos y los ríos del mundo, en vez del mar.
Trompeta 4
Con la 4 Trompeta la tercera parte del sol, la luna y las estrellas se oscurecen. Tanto el día y la noche se ven afectados. El humo y el material expulsado de las tres primeras trompetas oscurecerán el aire y el cielo. Entonces, la cuarta de las siete trompetas ocasiona que el sol y la luna se oscurezcan.
Trompeta 5 – primer ay
Una plaga de “langostas demoníacas” ataca y torturan a la humanidad. Las langostas se parecen a caballos preparados para la batalla, llevan en la cabeza coronas como de oro, tienen rostro como de hombres, cabello como de mujer, sus dientes como de león. Llevan corazas como de hierro. El rumor de sus alas es como el fragor de muchos carros corriendo a la batalla. Tienen colas como de escorpión, como aguijones y en la cola poder para hacer daños a los hombres.
Trompeta 6 – Segundo ay
La sexta trompeta libera a un ejército de demonios que matan a un tercio de la humanidad.
Trompeta 7 – Tercer ay
La séptima trompeta da paso a los siete ángeles con las siete copas de la ira de Dios. Hay un segundo terremoto en todo el mundo. Se acompaña de ruidos, truenos y relámpagos.
4. Las señales simbólicas
Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Estaba encinta y gritaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento.
Otra señal también apareció en el cielo: un gran dragón escarlata que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas tenía siete diademas. Su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciera. Ella dio a luz un hijo varón, que va a regir a todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. La mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios para ser sustentada allí por mil doscientos sesenta días.
Entonces hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. Luchaban el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él.
Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Pero se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila para que volara al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo. El dragón arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuera arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y se tragó el río que el dragón había echado de su boca. Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que guardan los mandamientos de Dios.
Entonces, Juan vio salir del mar una fiera como con diez cuernos y siete cabezas. La fiera de la visión parecía un leopardo, con patas como de oso y boca como de león. El dragón le delegó su poder, su trono y una autoridad grande. Todo el mundo admirado seguía a la fiera y adoraba al dragón que dio su autoridad a la fiera.
Juan vio subir de la tierra otra fiera, con dos cuernos como de cordero, que hablaba como dragón. Ejercía toda la autoridad de la primera fiera en su presencia, y obligaba a todos los habitantes de la tierra a adorar a la primera fiera. A todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, hace que les pongan una marca en la mano derecha o en la frente de modo que el que no lleve la marca con el nombre de la fiera o con los números de su nombre no pueda comprar ni vender. El número de la fiera es el número de una persona y equivale a 666.
5. Las visiones del juicio
Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y habló con Juan diciendo: «Ven acá y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas. Con ella han fornicado los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación».
Dice Juan: "Me llevó al desierto, y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, adornada de oro, piedras preciosas y perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación. En su frente tenía un nombre escrito, un misterio: «Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.» Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos y de la sangre de los mártires".
Dice Juan: "Cuando la vi quedé asombrado con gran asombro. El ángel me dijo: «¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, la cual tiene siete cabezas y diez cuernos. La bestia que has visto era y no es, y está para subir del abismo e ir a perdición. Los habitantes de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será".
»Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes sobre los cuales se sienta la mujer, y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es y el otro aún no ha venido, y cuando venga deberá durar breve tiempo. La bestia que era y no es, es también el octavo, y es uno de los siete y va a la perdición. Los diez cuernos que has visto son diez reyes que aún no han recibido reino; pero recibirán autoridad como reyes por una hora, juntamente con la bestia. Estos tienen un mismo propósito: entregarán su poder y autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados, elegidos y fieles.»
“También me dijo: «Las aguas que has visto, donde se sienta la ramera, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas. Y los diez cuernos que viste, y la bestia, aborrecerán a la ramera, la dejarán desolada y desnuda, devorarán sus carnes y la quemarán con fuego. Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo y dar su reino a la bestia hasta que se hayan cumplido las palabras de Dios. Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.”
“Oí un ruido en el cielo: como ruido de agua torrencial, como ruidos de muchos truenos, como de muchos arpistas tocando sus arpas. Vi otro ángel volando por lo más alto proclamando con vos potente: “Respeten a Dios y dénle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el cielo y la tierra y el mar y los manantiales”.
“Vi una nube blanca y en la nube sentada una figura humana, con una corona de oro en la cabeza y en la manos una hoz afilada. El que estaba sentado en la nube metió la hoz en la tierra y la tierra quedó segada”.
6. Las siete copas
“Después vi como se habría el templo en el cielo y oí una voz potente que salia del templo y decía a los ángeles: Vayan a derramar a la tierra las siete copas de la ira de Dios”.
La primera copa causa la aparición de dolorosas úlceras malignas en la humanidad.
La segunda copa provoca la muerte de todo ser viviente en el mar.
La tercera copa causa que los ríos se conviertan en sangre.
La cuarta de las siete copas ocasiona que el calor del sol se intensifique al grado de quemar y causar gran dolor.
La quinta copa causa una gran oscuridad y el aumento del dolor por lo que ocasionó la primera copa.
La sexta copa seca el río Éufrates para dar paso a los ejércitos del anticristo que se habían reunido para librar la gran batalla de Armagedón.
La séptima copa produce en un devastador terremoto seguido por granizos gigantes.
Dice Juan: “Del templo y del trono salió una voz potente que decía: ¡Se terminó!. Después vi bajar del cielo a otro ángel, con gran autoridad y la tierra se deslumbró con su resplandor. Grito con voz potente: ¡Cayó, cayó la Gran Babilonia. Vi el cielo abierto y allí un caballo blanco. Lo monta un jinete cuyos ojos son llama de fuego y en el cabello lleva muchas diademas. Las tropas celestes lo siguen cabalgando blancos caballos. De su boca sale una espada afilada para herir a las naciones”.
“Vi un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una enorme cadena en la mano. El ángel sujetó al dragón, lo encadenó y lo arrojo al abismo. Cerró y selló por fuera. Vi un trono grande y blanco y a uno sentado en él. Se abrió el libro de la vida y los muertos fueron juzgados por sus obras. El mar devolvió a sus muertos. Muerte y abismo devolvieron a sus muertos, y cada uno fue juzgado según sus obras”.
7. La nueva Jerusalén
"Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir".
El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!» Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza». También me dijo: «Ya todo está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que salga vencedor heredará todo esto, y yo seré su Dios y él será mi hijo. Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los que cometen inmoralidades sexuales, los que practican artes mágicas, los idólatras y todos los mentirosos recibirán como herencia el lago de fuego y azufre».
Se acercó uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas con las últimas siete plagas. Me habló así: «Ven, que te voy a presentar a la novia, la esposa del Cordero». Me a una montaña grande y elevada, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios. Resplandecía con la gloria de Dios, y su brillo era como el de una piedra preciosa, semejante a una piedra de jaspe transparente. Tenía una muralla grande y alta, y doce puertas custodiadas por doce ángeles.
El ángel que hablaba conmigo llevaba una caña de oro para medir la ciudad. La ciudad era cuadrada; medía lo mismo de largo que de ancho. El ángel midió la ciudad con la caña, y tenía dos mil doscientos kilómetros: su longitud, su anchura y su altura eran iguales. La muralla estaba hecha de jaspe, y la ciudad era de oro puro, semejante a cristal pulido. Los cimientos de la muralla de la ciudad estaban decorados con toda clase de piedras preciosas. Las doce puertas eran doce perlas, y cada puerta estaba hecha de una sola perla. La calle principal de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente.
No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo. La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas. Sus puertas estarán abiertas todo el día, pues allí no habrá noche. Y llevarán a ella todas las riquezas y el honor de las naciones. Nunca entrará en ella nada impuro, ni los idólatras ni los farsantes, sino solo aquellos que tienen su nombre escrito en el libro de la vida, el libro del Cordero.